Y otro, y otro. No sé si es de derechas, de izquierdas, pesimista o de pensamiento positivo, de los que mienten o de los que esconden la verdad. Qué más da eso. Siempre es otro listillo aprovechado, otro… macho cabruno, que viene a chuparme la sangre. Vuela a por lo único que tengo cuando más extenuado estoy, más ahogado por el calor o por el insomnio de tanta soledad entre tantos pensamientos en otra larga noche de verano, de otro maldito verano, que me ahoga, me aplasta, me aniquila. Este otro hijo de su madre ciénaga invade con total desfachatez la poca intimidad que el móvil me permite, y merodea con todo su cinismo el secreto de mi cuarto. Cada noche de este calor como maldición bíblica tiene su chupador de sangre con el sudor de mi frente. Oigo en la oscuridad su avión de caza. Ronda, planea y se acerca. Calla. Pero es porque por fin ha encontrado mi piel con su fluir de sangre. Tiene un GPS para mi anatomía. Sabe dónde clavar su estilete y horadar mi carne hasta encontrar mi sangre pura, este río de mi amor a la verdad, de mi lucha por no naufragar en este mar de miseria, cuya resaca me despierta cada día y me arriba a su playa de detritus y mentiras, donde sólo soy otro náufrago con el carnet de Robinsón Crusoe, y paseo por ella buscando mi Viernes, aunque no sepa hablar ni ilusionarme, pero que me ayude a otear el horizonte para cuando alguna vez venga a rescatarnos un barco de luz y de amor. Pero no es viernes; es madrugada, sólo otra madrugada. Busco el mosquito. Una toalla me sirve de artillería antiaérea. Se alza de nuevo. Oigo su motor. ¡Ya lo veo! Planea tras de mí. Lo sigo con el radar. Por fin lo veo posarse. Fallo el tiro. Lo intento de nuevo. ¡Este canalla con mañas de vampiro! Vuelvo a encontrarlo. Está en el espejo. Pero él sólo me ve a mí. Calculo bien el tiro. Disparo. Una pequeña gota de mi sangre en el cristal. ¡Maldito! Mi sangre, derramada, roja, limpia, te la llevaste a tu barriga. Miro mi piel violada. Ahí está el punto enrojecido de tu beso de mentiras. Picor. Sé que no debo rascarme; solo callar. Callar. Intentar dormir, el oído atento, quieta la esperanza. La noche me ha robado el aire. La madrugada. Y otro lento amanecer. Apenas un respiro de frescor para volver al horno hasta otro mosquito y otra madrugada.

* Escritor