Ahora que Podemos ya no existe y que Izquierda Unida acaba de enterrar, gracias a Alberto Garzón, ese canto del cisne de la izquierda recién domesticada por Podemos, ya solo le queda a Pablo Iglesias la demolición del pacto del 78. El tío no lo oculta y va de cara, con moño o coleta, porque lo de Pedro Sánchez es de un Maquiavelo que por supuesto no ha leído a Maquiavelo, pero que lo ejercita con brío y resistencia, que también es lo suyo

Manual de resistencia se llamaba aquel libro firmado por Pedro Sánchez y redactado por Irene Lozano -sin que su nombre apareciera en la portada- que ya nadie recuerda, aunque todo lo explica. Entre otras cosas, la carta que acaba de enviarle Pedro Sánchez a los militantes del PSOE para reclamarles unidad en torno a la Corona, que es también la España del 78. Y eso es precisamente lo que Pablo Iglesias ha venido a demoler, sobre todo hoy, cuando ya ha demolido su propio partido y no le queda gran cosa que hacer. Porque del Podemos originario, noble en su intención, sobre el que en su día escribimos, nada queda ya, porque la regeneración no era el desmantelamiento. O queda, curiosamente, aquello que criticaba: los sillones y el sueldo de la casta trincona. Pero ese borrado de fotos a lo Stalin, desde el primer Vistalegre hasta hoy, solo lo ha igualado la familia de Trotski. Y con una ministra de Igualdad, gran defensora del feminismo patrio, que ha llegado a ese puesto únicamente por ser mujer o novia del vicepresidente Pablo Iglesias. Toma igualdad. Y a un Pablo Iglesias que se queda durante meses con la tarjeta SIM de su colaboradora, y luego se la carga, para protegerla. Toma machada.

El rey Juan Carlos habrá patinado, pero aún conserva la misma presunción de inocencia que protege a Pablo Iglesias. Y si hay que juzgarlo o revisar su actuación, que no sean estos pájaros, que no son ejemplares. Su único objetivo es reventar piedra a piedra el 78, con sus cuarenta años pacíficos, y luego a ver qué pasa.