Después de tantos años vividos, esta madrugada, como un nuevo aldabonazo, ha llegado a mí la Navidad: ¡una macetita de regalo en manos de un asiduo a la cafetería y a la hora! A las seis de la mañana de cada día. mi compromiso presencial con el amanecer, con el índice de recuerdos en el que los nombres de familiares y amigos desfilan en la caricia de música que solo yo escucho pero que me habla de la fragilidad humana de todos, me habla de pobres y enfermos que a esas horas, y a todas, sufren, música que me habla del misterio de la vida, que me habla, sobre todo del amor que nos debemos unos a otros, pero hoy, cuando este compañero de hora y silencios, me llegó con tan importante obsequio, por mi cabeza la Navidad en persona llegaba a mí. Sinceramente no tengo palabras para expresar mi emoción y agradecimiento, pero sí mi reflexión y compromiso con días que materializamos comiendo, bebiendo, gastando y quejándonos de la crisis que, no obstante, se esconde en fiestas porque, un día y otro día, al final es un día. Así que mi mensaje de Navidad es a un tiempo tan pequeño y tan grande como mi macetita de este amanecer, porque regalar Navidad puede ser algo tan sencillo como una visita, a ese solitario y triste mayor, una sonrisa al que sufre, una palabra, un silencio, un beso, un gesto, una mirada... Nos sentimos a veces tan olvidados... Regalar Navidad, en definitiva, es regalar ilusión entonando un singular villancico sin dejar de mirar a los ojos del mundo: mi Navidad eres tú, pequeño que tienes frío y hambre, mi Navidad eres tú, pobre mayor que no tienes para pagar tus medicinas, mi Navidad eres tú, mendigo de noche y días en la calle, Mi Navidad eres tú, pobre enfermo que, en la cama de un hospital, sueñas con vivir bajo un cielo de soles y estrellas, mi Navidad eres tú, viajero de pateras que sin papeles deambulas y huyes. Mi Navidad será una cena de familia y en ella, quisiera una silla para ti, una mesa para el mundo.

* Maestra y escritora