Hace tres años, de la mano del Grupo de Investigación que dirijo, en el marco de nuestro proyecto de cultura científica Arqueología somos todos y con el respaldo de los Amigos de la Arqueología Cordobesa (ese grupo de trescientos pequeños mecenas que demuestran con su ejemplo que otra forma de compromiso ciudadano es posible también en Córdoba), creamos los que denominamos Premios Sísifo por las mismas razones que un día más lejano decidimos asumir ese mismo nombre para nuestro equipo humano: la búsqueda nunca satisfecha del conocimiento, y la terrible constatación de que en todo lo que tiene que ver con la arqueología de nuestra ciudad, cuando parece que estamos llegando a alguna parte nos vemos obligados a empezar otra vez de cero. Pretendemos con ellos devolver a la sociedad cordobesa el cariño y el apoyo con que nos viene regalando en los últimos años, pero también reconocer otras iniciativas patrimoniales de ámbito local, regional, nacional e internacional que se han erigido en modelos a seguir, espejos en los que Córdoba pueda mirarse y comprobar lo errada que está en cuanto a la gestión, conservación, puesta en valor y rentabilización de su legado arqueológico, nuestro recurso de mayor entidad y categoría del que, por cierto, somos todos sin excepción co-responsables, y que no tenemos derecho a seguir dilapidando.

Hasta la fecha, la nómina de premiados no hace sino prestigiar nuestra humilde iniciativa: el proyecto Aquae Patavinae, de la Universidad de Padua (Italia) y la magnífica labor que la Universidad de Navarra y la Fundación Uncastillo vienen desarrollando en el yacimiento de Los Bañales (Zaragoza), en 2016; el Instituto Arqueológico Alemán, en su sede de Madrid, que cumple ahora setenta y cinco años de actividad en España, en 2017, y finalmente el Ayuntamiento de Aroche (Huelva), en 2018. De este último hablaré con detalle más abajo. A ellos se suman como Premios Sísifo de Honor el trabajo que la Universidad de Foggia (Puglia, Italia) con el profesor Giuliano Volpe a la cabeza realiza desde hace veinte años en la villa romana de Faragola (Ascoli Satriano), incendiada con premeditación y alevosía en septiembre de 2017, y la trayectoria modélica e impagable de Casa Árabe en relación con nuestra herencia musulmana, la relación con otros países del mundo islámico, y la proyección del conocimiento en la ciudadanía. Finalmente, justo es recordar las Menciones Especiales: Francisco Pérez Daza, Hijo Adoptivo de Villa del Río y gran estudioso y defensor de la historia y la arqueología de la localidad (2016); la ejemplar empresa Pequeños Arqueólogos, de Toledo (2017); la iniciativa ciudadana Huelva te mira, que está implicando de forma activa a la sociedad onubense en la defensa de su patrimonio, y la recuperación de la fábrica de Bombas Gens por la Fundaciò per amor al’art, de Valencia. Estas dos últimas corresponden a la edición de este año, y su carácter doble se explica por el alto número y la extraordinaria calidad de los proyectos y personalidades concurrentes, sintomáticos sin duda del alcance y la irradiación que en poco tiempo están consiguiendo estos premios; algo que se ha visto potenciado por la incorporación a la nómina de nuestros mecenas de la Fundación para la Ciencia y la Tecnología del Ministerio de Economía y Competitividad, la propia Universidad de Córdoba, la Delegación de Cultura y Patrimonio Histórico del Ayuntamiento cordobés, y Casa Árabe, que nos prestó además marco, amabilidad y eficiencia en la entrega de los premios este año. A todos, enhorabuena, y gracias por creer en nosotros.

El jurado concedió por unanimidad el premio Sísifo 2018 al Ayuntamiento de Aroche, un pequeño municipio de la sierra de Huelva con apenas tres mil habitantes, como reconocimiento a la labor integral de investigación, protección, puesta en valor y dinamización de su legado arqueológico y monumental que realiza a través del Proyecto Patrimonio; una iniciativa no finalizada que ha transformado por completo la imagen de la localidad y la relación de sus habitantes con la cultura y el patrimonio locales hasta convertirse en referente para toda la comarca y modelo a seguir. Recogió el premio Antonio Muñiz Carrasco, un alcalde orgulloso que confesó sentirse el hombre más feliz de la tierra por el respaldo recibido a quince años de intenso trabajo; felicidad que compartimos los organizadores por el honor que supuso poner en evidencia cómo con pocos medios, mucha voluntad y una gran dosis de entrega y de generosidad es posible hacer realidad material lo que Córdoba sigue siendo a día de hoy incapaz de lograr por una gestión ineficaz, una total ausencia de planificación y de sinergias, y una lacerante falta de voluntad para cambiar las cosas y construir futuro desde nuestro pasado.

* Catedrático de Arqueología de la UCO