Cuando todavía estaba por hacer, de muy joven, y estudiaba en el Seminario, me gustaba ser misionero porque pensaba --y lo sigo pensando-- que la mejor actividad que alguien puede desarrollar en su vida es la de hacer algo por quienes viven en la miseria o en peores condiciones que él. Lo de ser misionero se me fue de mis proyectos porque para ello era necesario no pensar en mujeres, parte esencial de la vida, a las que la Iglesia católica quizá rechazó por el machismo de sus mandatarios. Afortunadamente el proyecto que sostenía el quehacer de los misioneros se ha mantenido, a pesar de los pensamientos dogmáticos de algunas sotanas, y ahora hasta su geografía ha cambiado tanto su GPS que ya es posible ser misionero hasta en nuestra propia provincia, sin necesidad de ir a las chozas de los negritos de aquellos continentes que había que convertir al cristianismo. La Universidad Loyola y el Ayuntamiento de Córdoba han firmado un convenio para intervenir en tres barrios necesitados de Córdoba -Palmeras, Moreras y Guadalquivir-, con una colaboración público-privada y un modelo de cooperación internacional. El rector de la Universidad Loyola, Gabriel M. Pérez Alcalá, ha explicado que la implicación de la Universidad Loyola en este proyectos nace con la vocación de la Compañía de Jesús por los más desfavorecidos por lo que aportará una metodología que parte de su propia experiencia en los proyectos de cooperación internacional que la Compañía de Jesús desarrolla en Centroamérica. Quizá sea el mismo espíritu que aquellos jesuitas del Seminario introdujeron en mi mente y que no consistía en otra cosa que no fuera liberar a la gente de la pobreza y el mal vivir. Y libres de todo pensamiento obligatorio por lo civil o por lo religioso. Simplemente, como ahora le está ocurriendo a un partido de derechas, el PP del Ayuntamiento de Córdoba, por la casi obligatoria creencia de hacer el bien por principio, fuera de todo contexto ideológico. Las Palmeras, Las Moreras y el Guadalquivir son tres barrios que no están en continentes de misioneros. Pero que necesitan el milagro de la solidaridad para vivir como Dios manda.