Organizas tu vida desde la cándida adolescencia. Trazas una ruta, y es difícil. Estudias, trabajas. Aguantas en el trabajo. Te enamoras. Te casas. Encuentras un lugar y lo haces tuyo. Consigues que sea vuestro. Continúas, que también es difícil: reinventas el amor. Tienes un hijo, tienes otro y descubres que la vida tiene sentido precisamente por eso: porque tus hijos son y están. Esta descripción puede compartirse más o menos, pero es una descripción relativamente válida para mucha gente. Sigamos. Pasa el tiempo. Un día descubres que tus hijos de 15 y 13 años ya no van al colegio con la misma alegría. Estás atento: una especie de alerta se conecta. Hablas con ellos, pero no dicen nada. Entonces adviertes que sienten pánico no a ir al colegio, sino a salir de casa. Porque sufren acoso. Al día siguiente llegan con una ceja rota y con el pómulo hinchado, después de una paliza. Es lo que ha ocurrido en Usera, con dos hermanos recibiendo amenazas de muerte no solo por teléfono, agredidos en masa en su propio portal, retirados del colegio por unos padres angustiados que no saben qué hacer con la realidad. Después de que el mayor denunciara a los agresores en 2017, tras presentar un parte de lesiones y declarar ante la Fiscalía de Menores, comenzaron las amenazas más duras: «Os vamos a matar». No salir de casa, cambiar de teléfono, no ir al colegio. La Policía Municipal acudió a la casa y los padres les dieron toda la información, los nombres y los teléfonos de los agresores. Pero no obtuvieron ninguna respuesta. O sí: a partir de ese momento, como represalia, los acosadores llegaron de Orcasur, Orcasitas y de San Fermín, porque se había corrido la voz de la carnicería. El paraíso ha muerto. ¿Qué haces, te encierras en tu casa con tus hijos? Si no hay reacción por parte del colegio y las autoridades, ¿qué haces? No siempre se puede cambiar de barrio. Y solo hablamos de esto cuando muere algún niño, porque nuestro silencio los ha dejado solos.

* Escritor