Kamala tiene nombre de diosa hindú; genotipo poliédrico con un padre jamaicano y una madre india y un exquisito fenotipo, criada en el seno de una familia tan multirracial como inteligente, producto de las ideas poskeinesianas del padre economista y los descubrimientos sobre oncología mamaria de la brillante madre biomédica. Kamala es mucho más que todos ellos y es noticia por ser la primera mujer que pueda ser vicepresidenta de los Estados Unidos.

Pero tras esta mujer se oculta al mismo tiempo el estigma de muchas que han triunfado, si triunfar es alcanzar el poder -el que sea- y haber llegado a las más altas responsabilidades en su carrera: haberlo hecho soltera y no haber «malgastado» el tiempo en embarazos y crianza de hijos.

Una vida tan profesionalmente activa como la suya, que llega a senadora después de ser fiscal general de California, está marcada por esa falta aparente de vida propia, de una mujer sola, soltera y sin hijos, con un físico envidiable y una inteligencia fuera de toda duda... ¿Estaremos ya pensando en su condición sexual como recurso machista para buscar una explicación?

Y, entonces, llegó Douglas y Kamala encontró el amor, un amor como aquel de los tiempos del cólera de García Márquez, que llega cuando se tiene esa edad en la que ya no habrá hijos comunes; cuando las metas o expectativas profesionales están muy encarriladas; cuando la economía ya está en donde te haya llevado tu esfuerzo y dedicación y cuando solo está la mano del hombre, abogado, viudo, de la misma edad, con hijos, judío de Brooklyn y dispuesto a pedir una licencia en su empresa para seguir a Kamala en su carrera a La Casa Blanca.

Y es que el amor no entiende de edad, ni color de piel; el amor no es ya formar una familia propia, sino mirar en una misma dirección; el amor surge cuando menos lo esperas, el amor es generoso, desinteresado y coloca a cada uno en su sitio y da igual si es un paso por delante, o por detrás; el amor nos hace libres y no nos encadena a nadie ni a nada; el amor es respeto, solidaridad, atrevimiento y valentía, es compañía y es silencio y sobre todo es complicidad para disfrutar durmiendo del mismo lado.

Kamala tiene un reto importante por delante que no sabemos si alcanzará, pero habiendo leído su historia con Douglas sé que el día después él le diría «Kamala, has perdido sin paliativos. Ahora sal ahí fuera y empieza a caminar de nuevo».

Douglas Emhoff, de ser elegida Kamala Harris vicepresidenta de los EEUU, se convertirá en el primer «segundo caballero» de la historia de Estados Unidos y yo, en su fan más incondicional.