El martes estaba abierta la Alhambra de Granada en una ciudad donde las restricciones impuestas por la Junta de Andalucía han sido las más duras de Andalucía. En una ciudad donde no ha habido ningún bar abierto, ninguna tienda o comercio y en donde ahora luchan por abrir Sierra Nevada y todo lo que de empleo y riqueza genera.

Amigos que tienen negocios en el entorno de nuestra Mezquita Catedral ya me habían dicho del panorama desolador que actualmente es ese mágico entorno. Por más que la actividad comercial y hostelera esté reducida a las 6 de la tarde, hasta esa hora hay vida en el resto de la ciudad, así que pese a las restricciones no entendía por qué al menos hasta esa hora no estaban abiertos los negocios y restaurantes del casco. Lo que nunca pude imaginar es que todo, esa palabra tan maximalista, era todo, incluida la Mezquita-Catedral.

Mi incredulidad me llevó el sábado a pasear por la zona y fue entonces cuando descubrí la certeza de lo que creí infundíos de los agoreros que tanto abundan y que se ceban con lo malo. Pero no, un sábado radiante a las 12.30 la Judería estaba muerta y embalsamada su belleza con un silencio desolador alrededor de la gran joya, en cuyas puertas, cerradas a cal y canto , rezaba «Aviso. Debido a la actual situación sanitaria, las visitas turísticas a la Mezquita-Catedral quedan suspendidas hasta nuevo aviso»... La actividad litúrgica diaria, mantenida.

La Judería es Mezquita, la Mezquita es Catedral y sin ella no hay nada. Soy de las que cree que debemos mirar al futuro y construir para dejar de vivir -casi en exclusiva- de la belleza de este templo de todos, pero no puedo pasar por alto que mientras así sea sus puertas abiertas dan de comer a lo que le rodea. Si tenemos perímetro cerrado podrán decirme que no hay turismo y si no hay turismo podrán alegar que para qué abrir, a lo que contesto que para nosotros, los cordobeses. Si el sábado hubiera estado abierta la Puerta del Perdón, habría entrado como otros sábados y paseado por entre los naranjos, me habría sentado un rato al sol y además me habría tomado un pincho de tortilla y una cerveza, o algo más, y hasta puede que me hubiera comprado algún capricho en un negocio de la zona.

No he visto decir nada a los que se quejan del cierre de los Museos por el del monumento por excelencia, ese que nos lleva dando de comer siglos... y lo que queda. En fin, espero que el globo de los Reyes Magos sea dirigible y que vuele bien alto para todos los niños de Córdoba, no vaya a ser que caiga en el Patio de los Naranjos y los de Oriente se queden allí encerrados.

* Abogada