La semana pasada falleció Jaime Loring. Tenía 89 años, y muchos de los que leen estas páginas seguramente no saben quién fue. Y, sin embargo, Córdoba no sería la que es hoy sin personas como él.

Hubo muchos «Jaime Loring» en la vida pública cordobesa Para algunos está el Jaime Loring fundador y profesor de ETEA. Para otros está el cura antifranquista y progresista. Para la inmensa mayoría está el Jaime Loring de los artículos dominicales en el Diario CÓRDOBA. Para unos pocos está el padre Loring jesuita en San Hipólito. Para unos escogidos, posiblemente a los que más amó en los últimos años, está el Jaime Loring comprometido con Iemakaie. Hubo muchos Jaime Loring en Córdoba. Como hubo muchos Jaime Loring en el ámbito familiar y de la Compañía de Jesús. Como hubo muchos Jaime Loring en Centroamérica.

Quizás el más conocido es el primero. Porque Jaime Loring fue, en 1963, el fundador de ETEA. Un pionero en la enseñanza universitaria cordobesa que fundó el segundo centro universitario con que contó Córdoba, después de la Facultad de Veterinaria. Un pionero que importó un Plan de Estudios de Francia para formar a los empresarios del sector agrario, creando la primera facultad de Empresariales de Andalucía. Un innovador que incorporó, por primera vez en los estudios empresariales en nuestro país, las Prácticas de Empresa o los Trabajos Fin de Carrera. Un adelantado a su tiempo en internacionalización, incorporación de nuevas tecnologías (el tercer ordenador de la provincia se montó en ETEA) y pedagogía. Y, junto a esto, un profundo investigador del campo andaluz. Pues Jaime Loring no solo hizo el primer plan de contabilidad para el sector agrario, sino que dirigió la primera base de datos económico-financieros de la agricultura andaluza. Como no solo dio clases de contabilidad, es que creó el complemento de contabilidad de sociedades al Plan General de Contabilidad. Gestor carismático, con una inmensa capacidad de riesgo, fue, al mismo tiempo, un gran investigador y un riguroso y exigente profesor de gestión empresarial.

Solo por estos logros merecería nuestro recuerdo, pero hubo mucho más. Pues, fiel al espíritu de su tiempo, el del Concilio Vaticano II, y a los aires que introdujo el Padre Arrupe en la Compañía de Jesús, Jaime Loring se comprometió activamente con el cambio político y social en los últimos años del Franquismo, en la Transición y en los primeros años de nuestra democracia. Animador del Círculo Juan XXIII, que fundaron amigos suyos como Luis Valverde, Balbino Povedano, Pepe Aumente o Rafael Sarazá, y próximo a los movimientos obreros y antifranquistas, que protegió, acogiendo muchas reuniones en ETEA, Jaime Loring fue un demócrata convencido en una época en la que pocos lo eran, un progresista en el tiempo en el que ese calificativo tenía más significado. Una actividad pública que no solo se desarrollaba en encuentros y en las plataformas de participación ciudadana, sino en los medios, especialmente en sus artículos para el Diario CÓRDOBA. Loring siempre estuvo interesado por los problemas del mundo, con una visión global que nacía de su experiencia personal en la España de la postguerra, la Francia de los sesenta, la Argentina de Videla, la Centroamérica de las guerras civiles, y, desde luego, de su vocación religiosa con el carisma de Ignacio de Loyola.

Porque si hay un Jaime Loring esencial es el Jaime Loring jesuita de su tiempo. Un jesuita formado en los cincuenta, pues entró en la Compañía de Jesús en 1945 y se ordenó en 1959. Un jesuita activo en el mundo universitario desde 1963. Un jesuita comprometido en la lucha contra la injusticia y cercano siempre a los más desfavorecidos, tanto cercanos como del otro lado del mundo. Un jesuita que transmitía con pasión su pensamiento y que siempre vivió animado por su misión de servir a la fe, promover la justicia y dialogar con los diferentes.

La semana pasada falleció Jaime Loring. Córdoba ha perdido uno de sus Hijos predilectos.

* Profesor de Economía. Universidad Loyola Andalucía