La intuición es la habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata sin la intervención de la razón, aunque a mí me gusta más esta otra definición, que aunque parezca un trabalenguas, curiosamente lo explica mejor: es eso que sabes que lo sabes sin saber muy bien cómo o por qué lo sabes.

Este sexto sentido puede asustar a los demás cuando lo tienes bastante desarrollado y es entonces cuando te tachan de bruja o clarividente, pero aquí no hay nada de brujería ni de magia negra, así que les voy a explicar cómo funciona poniéndoles un ejemplo.

Recuerdo una noche de domingo después de un día de campo. Mi hija tendría unos siete años. Estábamos sentados los tres, mi hija, el entonces mi marido y yo, alrededor de la mesa camilla viendo la televisión y cenando una pizza. De repente miré a mi hija y afirmé «Esta niña mañana está mala con fiebre». El padre de mi hija me preguntó por qué lo decía y mi respuesta fue: «No sé, porque lo sé». Mi hija había estado en el campo jugando y pasándoselo tan bien como cualquier niño de esa edad, corriendo sin parar, comió con ganas y llegó a casa como cualquier niña después de un día de campo, es decir, para meterla en la lavadora de cabeza. Se bañó, se puso el pijama y luego se sentó con nosotros a ver la televisión y cenar. Nada fuera de lo habitual, como cualquier domingo. Al día siguiente, por la mañana tenía más de treinta y ocho grados de fiebre y sus amígdalas parecían dos pelotas de golf.

¿Por qué lo supe? Quizás porque vi a mi hija más tranquila sentada en su silla y menos habladora de lo habitual o porque tardó medio minuto más en devorar su trozo de pizza, o porque le viese las mejillas un poquito más rojas o los párpados más cerrados, que por otro lado podrían ser cosas normales del cansancio después de todo un día de campo. Fueron sutilezas, pequeñas informaciones que me estaba dando y que llegaron a mi inconsciente sin pasar por el filtro de la consciencia o la razón. Seguramente, esas mismas señales las había visto en otras ocasiones en las que se había puesto enferma, aunque no le diera la más mínima importancia ni me hubiese parado a estudiarlas o analizarlas. Tampoco creo que se debiera a mi instinto maternal, pues reconozco que no lo tuve muy desarrollado.

Dicen que las mujeres somos más intuitivas, quizás por eso a veces nos llaman brujas cuando descubrimos ciertas cosas que otros son incapaces de percibir, quizás sea porque solemos ser más empáticas, lo que no quita que haya hombres que también lo sean. Y es que las personas empáticas somos capaces de meternos en la piel del otro, de sentir sus emociones y su dolor, por eso la empatía y la intuición van tan ligadas. También pasa que a veces confundimos nuestros apegos con la intuición, pues ambas son emociones que sentimos o parten desde la barriga y nos puede llevar a engaño. Para saber distinguirlas, hay que saber que la intuición no te engaña y te revelará algo que incluso no te gusta y preferirías no saber. El apego, sin embargo te ciega y te da justificaciones para no salir de tu zona de confort y así no tener que hacerte responsable de aquello de lo que tu intuición te está advirtiendo.

La intuición es muy útil porque te ayudará a tomar buenas decisiones en aquellos momentos en los que no hay tiempo para analizar y exigen una respuesta rápida por tu parte y también en aquellas situaciones en donde alguien pueda estar engañándote o manipulándote con argumentos racionales pero con una intención malvada u oculta. En esos momentos, la intuición vale más que tu pensamiento consciente o racional, ya que este está siendo manipulado o está condicionado por la persona que te está enredando en ese momento.

Cualquiera puede desarrollar su intuición o aumentarla. Para ello, viene muy bien practicar mindfullness o lo que es lo mismo, vivir cada momento enfocado en el presente y poner en ello tus cinco sentidos trabajando a tope, así percibirás un montón de pequeñas, pero valiosas informaciones, que te serán de mucha utilidad y no tendrás duda alguna cuando afirmes algo y a continuación digas: «No sé por qué lo sé, pero lo sé».

* Escritora y consultora de inteligencia emocional