Este ha sido el impeachment más partidista, previsible y aburrido de los tres que ha vivido la historia de Estados Unidos.

El hecho de hablar de que el Senado ha «absuelto» a Donald Trump, como era absolutamente previsible por los votos que estaban en juego, me hace reflexionar sobre varias cuestiones.

La primera es que no se trata de una «absolución» como nosotros la entendemos, en el sentido de una resolución dictada por un tribunal que determina que deben desestimarse las pretensiones que se solicitan a un ciudadano, dado que se trata de un órgano político que lo que hace es someter a votación el comportamiento del presidente. Poca salsa ha tenido esta vez la cuestión y así lo han señalado las crónicas que han dado cuenta de cómo los senadores hacían crucigramas, o dormitaban ante un resultado que todos conocían a priori.

Pero este titular de «previsible absolución» me hace también pensar en la cada vez más preocupante percepción de que también los tribunales de justicia son cada vez mas previsibles en sus resoluciones. Recuerdo una época en la que no era ni planteable profetizar sobre el resultado de esta o aquella resolución, porque poco o nada sabíamos de los jueces, salvo sus resoluciones cuando las dictaban; porque el poder judicial estaba allí, en su sitio, sin injerencias y porque nunca teníamos la sensación de que la política, las relaciones sociales, la prensa o hasta las redes sociales (ya mismo serán el quinto poder) pudieran de alguna manera influir. No quiero creer que influyan, pero si sostengo que la percepción desde fuera es que la independencia de la justicia se empieza a desangrar si empezamos a creer y a verbalizar que las resoluciones son previsibles.

Lo siguiente que me sugiere este fracasado impeachment es el aterrador envalentonamiento en la recta final de las elecciones americanas que esta situación va a provocar en el presidente del flequillo más esculpido del mundo, con permiso de Boris.

Y finalmente me quedo con el héroe republicano que se ha desmarcado de sus filas, ha votado en conciencia en contra del presidente y de su propio partido. Mitt Romney un político mormón muy crítico con Trump, que ha dicho, emocionado: «El presidente es culpable de un terrible abuso de la confianza pública». Se ha convertido en el primer senador de la historia en votar por la destitución de «su» presidente. No sé si las firmes convicciones tienen algo que ver con esto o ser, como se suele decir, un hombre o una mujer de firmes convicciones. Creo que sí. Otra cosa es el destino que le espere.

* Abogada