Hay realidades, pasadas y presentes, que te hacen balancear la cabeza, guiñar un ojo, morderte los carrillos por dentro e incluso torcer la boca como Max Estrella derrumbado en el quicio de una puerta mientras suenan campanas negras y barrocas a la luz clara de la luna madrileña de invierno mientras Don Latino le roba la cartera para que no se la roben otros. Realidades que, por casualidad, te trae el cine, un libro, el relato del viaje que un pesado se empeña en narrarte. Pongamos por ejemplo la película Atrapados, conocida también por Kursk, o La muerte de Stalin, o La vida de los otros, o incluso Antes que anochezca, o Fresa y chocolate, o la serie Chernobyl. Cuando las ves balanceas la cabeza, guiñas un ojo al viento, te muerdes los carrillos y tuerces la boca como para morirte, y no haces esas cosas extravagantes a causa de lo que ves en la pantalla, sino porque aquello que ves en la pantalla se corresponde con lo que ves fuera. Y ves a gente que, defendiendo postulados que la pantalla te espeta en esas tragicomedias y dramas, implora formar parte de un gobierno occidental. Gente que no tiene el más mínimo reparo en reconocerse comunista de obediencia cubana y venezolana y que con un cinismo pasmoso sobrevuelan la realidad de una ideología que nació muerta por falsa, por aterradora, por dictatorial, por asesina, por miserable, huevo de la serpiente de fanáticos, de criminales peligrosos, de perturbados en Asia, en África, en América, y en esa cosa de ahí en medio entre continentes incapaz de dar algo más que problemas que es Rusia (al menos China comercia, tiene, da, piensa). Son gente que se te presenta en la tele, en los debates, en la radio, llamándote «gente», de forma acariciadora, «gente», «pueblo», carne de cañón de gulags, de educación programada por un Estado que te dirá qué y dónde estudiar, en qué y en dónde trabajar, qué espectáculos y libros ver y cuáles no. Películas y series como las antedichas los ponen frente a sus espejos esperpénticos de ineficacia, sarcasmo, corrupción, absurdo, burocracia de nuevos privilegios, y silencio. Gente que implora cargo desde un comunismo que huele a muerto.

* Escritor

@ADiazVillasenor