Mamen Real te ha enviado una solicitud de amistad». Ese fue el principio. Muchas caras de aquel 1º de BUP estaban como borrosas. Otras caras directamente habían desaparecido de los selectivos cajones de la memoria junto a los nombres o apellidos o motes correspondientes. En cambio, la cara de Mamen (la boca de Mamen) permanecía nítida en su recuerdo como si no hubieran pasado casi treinta años, como si la palabra «hipoteca» o la palabra «dominguito» o la palabra «gimnasio» no hubieran llegado nunca a su vocabulario y al día siguiente hubiera examen oral de Ciencias con la Morsa, vamos a ver el señorito, ¿lo sabe o no lo sabe?

Se sintió un poco halagado y luego se sintió un poco ridículo por sentirse halagado. Al fin y al cabo él con Mamen nada de nada aunque hubo un momento en que parecía que sí... Intentó situar la cosa en el punto exacto con equilibradas dosis de madurez y desenvoltura digital: enviar una solicitud de amistad en Facebook es un acto tan ligero e intercambiable que no tiene mucho sentido asignarle una intencionalidad más allá del contacto superficial, más allá de la trivial curiosidad satisfecha instantáneamente, más allá de un par de «Me gusta» iniciales y luego si te he visto no me acuerdo.

Sin embargo, llegaron las conversaciones. Primero intercambio de mensajes de vez en cuando. Lo que es un ponerse al día de forma más o menos sutil. Estados civiles: soltero/divorciada con dos peques... el mayor se parece un montón a ti. Profesiones: él echando más horas que un reloj en el banco; ella enfermera, encadenando contratos, la cosa está como está. Luego largos diálogos con prometedora frecuencia.

Un buen día (una buena noche) Mamen empezó a adentrarse en un terreno más íntimo haciendo ciertas sugerencias subidas de tono a las que él solo respondió cuando tuvo la certeza de que esta vez no se equivocaba, cuando releyó lo verbalizado por su interlocutora e interiorizó gozosamente la palpitante seguridad de que algo grande podía pasar entre Mamen Real y Alfonso Pastor, cuando tuvo la rotunda convicción de que no iba a meter la pata soltando aquello y dándole al intro .

Todo se torció cuando a los pocos días, por absoluta casualidad, le pareció verla cruzando el semáforo de El Corte Inglés y ella se hizo la loca, como si no hubieran tenido contacto desde el instituto. Cuando Alfonso llegó a su casa encendió el ordenador e hizo que Mamen Real le pidiera perdón un montón melodramático de veces. Él le dijo que sintiéndolo mucho tenían que cortar. Esa misma tarde creó otra cuenta y recibió un mensaje: «Lucía Real te ha enviado una solicitud de amistad». Ese fue el principio. Otro principio.

* Profesor del IES Galileo Galilei