Todos hemos percibido en los caballos que pasean por ferias o romerías una marca llamativa en alguno de sus muslos. Esta señal se reconoce como el hierro distintivo del ganadero. La marca es el resultado de la aplicación, en época de potro, de un hierro candente (en algunos casos este hierro ha sido incluido a bajas temperaturas: nitrógeno líquido) con la marca del ganadero sobre la piel del équido. El ganadero suele herrar -con su hierro- en el muslo izquierdo a los machos y señala en el derecho a las hembras. Este señalamiento proviene de ordenanzas y costumbres muy arraigadas en el Sur de España, cuyo uso ha sido mantenido en el tiempo y que en la actualidad pierde vigencia.

Vayamos por partes. El uso de marcar los animales como signo de identificación de propiedad, se utilizó como un medio de reclamación en casos de hurtos (frecuentes en otros tiempos) de ganado, y también como reconocimiento de los individuos durante el aprovechamiento de pastos en dehesas comunales o concejiles. Este hecho (herrar las caballerías) se generalizó a partir de la Baja Edad Media coincidiendo con la prohibición del uso de garañón en las yeguas del Sur de la Península (tal como lo prescribían las Cortes de Segovia, 1396; o las Pragmáticas de Enrique IV, 1462, o Reyes Católicos, 1492, entre otros) que tenía como objetivo fomentar la cría caballar en estas regiones para el equipamiento de los ejércitos reales. Pero la obligatoriedad de su uso no aparece hasta 1671, al ser promulgada por la Junta de la Caballería del Reino que los ganaderos de equinos debían poseer Hierros o Sellos propios identificativos. Algo más tarde (1695) el propio Rey Carlos II emite una Pragmática que entre otras decía lo siguiente: «Todos lo dueños de yeguas sean obligados a tener hierros y sellos propios y a sellar con ellos sus yeguas y caballos».

La obligatoriedad de herrar las caballerías de los Reinos de España se vio acuciada en 1750 por una Real Cédula que conminaba a marcar al ganado caballar en el muslo derecho con el Hierro o Sello del ganadero, y en los caballos y yeguas del Sur de la Península, se debía, además, herrar en el muslo izquierdo una «A» coronada (por la corona real) a los nacidos en los Reinos de Andalucía (Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada), una «M» coronada en los del Reino de Murcia, y con una «E» coronada los pertenecientes a la Provincia de Extremadura. De esta forma se trataba de evitar la saca de yeguas de estas regiones a través de Despeñaperros u otros territorios para la obtención furtiva de mulos.

En 1836 se derogó definitivamente la prohibición del uso del garañón en las yeguas del Sur, permitiéndose a partir de entonces la producción muletera, no obstante, se mantuvo la costumbre, por los motivos que propiciaron su uso, de herrar con la marca o sello del ganadero las caballerías. La última referencia documental sobre esta ordenanza es de 1895, cuando el Ministerio de la Guerra ordenó realizar un inventario de los hierros ganaderos de los caballos existentes en España, procediendo seguidamente a su publicación. El resultado fue que en España había un total de 1.270 criadores de caballos con hierro registrado, de los cuales 347 eran de la provincia de Sevilla, 274 de Córdoba, 153 de Cádiz y 125 de Badajoz.

Y bien, todo lo que precede es historia. Ahora nos encontramos en un tiempo donde para la identificación animal es posible utilizar un microchip subcutáneo. Además, coincide con la época donde ha prendido en la sociedad la aplicación generosa de todo lo concerniente al bienestar animal. Ello ha llevado a que este tipo de marcado -herrado a fuego o a frío-, especialmente en las regiones septentrionales de España, haya empezado a declinar su aplicación. Que conste que el P.S.I. (caballo pura sangre inglés) nunca fue identificado mediante herrado, y en Francia y otros países de su entorno esta costumbre hace tiempo que prácticamente ha quedado en desuso.

No obstante, en Andalucía y Extremadura se mantiene con arraigo la costumbre de aplicar el hierro del ganadero en alguno de los muslos de sus caballerías. Sin embargo, ahora esta marca no se valora tanto como signo de identificación animal, sino como muestra de calidad por la procedencia del ejemplar. Con ello el ganadero, además de respetar la tradición, se siente orgulloso de lo que cría y quiere que se le reconozca de por vida, que aquel caballo o yegua en su día nació en su explotación fruto de su buen hacer zootécnico. Algunas personas ajenas a la cría caballar pueden pensar en otro sentido, pero lo cierto es que nos encontramos en pleno auge de la aplicación corporal de tatuajes en humanos y nadie se escandaliza. Así pues, a la vista de los hechos, dejemos que estos usos y costumbres se desenvuelvan con naturalidad, para que poco a poco vayan poniéndose en su sitio las piezas de esta tradición caballar.

* Veterinario