Muchos motivos de admiración provoca Alemania, pero seguramente el más sobresaliente es la rotundidad con que ha condenado y condena al nazismo. En Alemania un nostálgico de Hitler se convierte automáticamente en delincuente al hacer pública su nostalgia. Y en Italia un poco menos pero también, si se trata de Mussolini.

En cambio en España, que a nuestro pesar sigue siendo en gran parte derechona, el PP nunca condenó expresamente los crímenes de Franco ni maldijo su memoria. Es que no fue tan malo, es que hizo cosas buenas...

Todos los dictadores, sin más límites que su voluntad, hacen cosas buenas como carreteras y pantanos. Y el mal siempre puede ser peor, pero Franco, el genocida, el fusilador lo tenía difícil. Muchos, en pecado mortal, quieren substituir la memoria histórica por sus nostalgias perversas.

Hasta el Tribunal Supremo llega la cosa. En primer lugar llama la atención que en una resolución reciente trate la cuestión de los restos del dictador como cuestión de estado, cuando evidentemente no pasa de ser un asunto estrictamente familiar, ya que a la mayoría de los españoles el mal recuerdo de Franco que queda les trae sin cuidado. Y en segundo y especial lugar, sorprende que afirme que Franco fue jefe del Estado español desde octubre de 1936, cuando en esa fecha y mucho tiempo después el jefe del estado español fue el presidente de le República y Franco no pasaba de ser un militar rebelado contra el gobierno legalmente constituido. Del cinismo de antaño todavía nos llegan ramalazos. ¿Hasta cuándo? ¿El cinismo de antaño? Este: que los militares rebelados llamaran rebeldes a los civiles respetuosos con el régimen legal. Los militares rebeldes que destrozaron todo; hasta la gramática: contra todas las reglas de la nuestra hicieron con un substantivo un aumentativo, como si se tratara de un adjetivo. De general a generalísimo.

Cuando Carnicerito de Málaga, Arias Navarro, apareció ante las cámaras de televisión haciendo pucheros para darnos la buena noticia de que Franco había muerto se iniciaba «creíamos» una nueva etapa de olvido y regeneración. Pero aunque esta ha llegado en parte, el olvido del dictador no ha sido tan profundo, definitivo y general como dibujaban nuestras esperanzas.

La reciente y lamentable resolución del Tribunal Supremo lo acredita.

* Escritor, académico y jurista