De un tiempo a esta parte vengo observando en una gran tienda que frecuento cómo al formalizar la compra y pagar con la tarjeta, ipso facto, y antes de entregarme el recibo, me pasan una pantalla para valorar la atención recibida clicando en una de la seis caritas que aparecen. Son figuras que se asemejan a esos infantiles emoticonos y van de una cara feliz de color verde, que se supone indica la más alta valoración para el comerciante, a una tirando a blanca y otra amarilla que van del bueno al regular, para concluir en el otro extremo con una carita roja de persona enfurecida. La primera vez me sorprendió el asalto, sonreí, transigí y pinché en el verde. La segunda vez pregunté qué era aquello de hacer pasar al cliente por un examinador, me contestaron que eran normas de la casa y, en condescendencia con quienes me atienden siempre bien y serviciales, volví a pulsar el semáforo verde. Como es una tienda que, ya lo he dicho, frecuento por su buen servicio, cada vez que he vuelto por allí me han vuelto a someter a esta estúpida prueba que comienza molestarme; pero ya cuando me pasaron la pizarrita tras la compra de unos paquetes de café pregunté qué pasaría si me saltaba el semáforo. Las chicas que atendían me miraron con extrañeza y, antes que poder perjudicarlas, volví a tocar con el lápiz digital la posición más favorable para ellas. Desde la compra del café no he vuelto por allí y me lo estoy pensando, pues he llamado a un mi amigo con carguito y me ha dicho que también cuando se paga en efectivo están obligados a pasar la evalución, y ya la situación ha comenzado a mosquearme porque no me gusta que me utilicen como inspector cuando soy un cliente que con mi dinero pago lo que compro. Otra cosa es que te pidan si quieres o no rellenar un formulario que, evidentemente, ante la mirada de quien te acaba de atender y te obligan a evaluar, si el tipo no es un cenizo, la calificación ha de ser buena. Sospecho que con esa presión que el lapicero ejerce sobre los comerciantes, y conociendo el panorama de trabajo que tenemos, a pesar de lo que diga Rajoy, sobre el personal ejercen un poder de control a costa del cliente. Esta evaluación continua no es exclusiva de la tienda donde compro, pues cada vez que tengo que solucionar algún asunto con mi compañía de teléfonos, de la luz o la aseguradora, al momento te llaman para que evalúe del 1 al 10. Por mi parte, si me han respondido correctamente siempre doy el diez pensado en la persona que valoraran por mi nota. Así es que si siguen con esta monserga, no me va a quedar otra que cambiar de tienda.

* Periodista