Las estaciones siempre me produjeron una mezcla extraña de angustia y tristeza con un gran alivio final cuando el tren se pone en marcha y compruebo que no lo he perdido. La angustia previa es por si llego tarde y el tren parte sin mí y la tristeza intermedia cuando a la espera del mío, desfilan ante mí otros con rumbo distinto y sobre los que me pregunto si no debí coger uno de ellos en vez de el mío.

La vida es una sucesión de estaciones a las que vamos llegando. La estación del amor a los dieciséis; la estación de la formación profesional o universitaria; la estación del compromiso y la vida en común; la estación de los hijos que llegan y todo lo cambian; la de los padres que empiezan a marchitarse; la estación del trabajo para conseguir metas económicas y profesionales; la estación de las rupturas, si las hay, para quienes tanto nos hemos equivocado; la de los reencuentros y los reinicios; y la estación de la vejez que más pronto de lo deseable nos llevará a la estación final con tanta dignidad como sea posible.

Alguien que a mi lado camina suele decir con gran acierto, de los muchos que tiene, «que cada cosa hay que hacerla en su momento» porque convendrán conmigo, y el añadido es mío, que nada hay tan patético como seguir a los cincuenta vestido de rock’n’roll y pensando con «aquello» como a los veinte, como un joven incapaz de comerse el mundo y no vivir en un continuo reto personal y profesional. Tomar el tren adecuado en cada estación, aunque con dudas, incluso con algunos trayectos equivocados, hasta conseguir llegar a la última estación con la coherencia con la que se cogió el primero.

Tal vez por eso me impactó tanto que ayer en plena ebullición ferial, en ese recinto del Arenal donde parece que los árboles tienen una maldición que les impide crecer para cobijarnos en una ciudad donde el frescor de los patios es conocido allende los mares, alguien me dijera que venía de la caseta más popular de la Feria de celebrar entre rebujitos la muerte de un familiar porque así quiso éste que lo hicieran los suyos. Amigos, esto es llegar a la Estación Termini, esa donde como en la película la protagonista se plantea un gran dilema final, para llegar como se ha vivido, en el tren justo y con la compañía adecuada.

* Abogada