En tiempos de desazón y desconcierto, la justicia vuelve a tener la última palabra. Supone un avance para con la sociedad que se reconozca el caso de La Manada como violación en vez de agresión sexual, deja entrever que hay una mayor concienciación sobre el papel de la mujer, que no es objeto, sino una persona, en cuya integridad, debe aspirar a tener las mismas posibilidades en un aparente mundo de hombres. El feminismo, alejado de los radicalismos y en su sentido más verdadero, consigue una nueva victoria y acuña justamente lo que lleva años tratando de sentir: esperanza.