Nací en el 72. Mi vida ha trascurrido y trascurre en el sistema democrático al que me siento profundamente arraigado por no decir enamorado. Y conociéndome como creo que me conozco, estoy seguro que, si hubiese tenido edad de luchar en la guerra civil española, habría defendido a la República con uñas y dientes. O quizá, como pasó tristemente a cientos de españoles, hubiera formado parte del ejército golpista por miedo a decir que no al pillarme el conflicto en un territorio afín a estos (aunque siendo como soy podría haber terminado encarcelado o fusilado porque algunos no podemos simular mucho tiempo quienes somos). No es normal hablar de mi en mi columna, pero como presumo las críticas que se me avecinan por estar en contra de la exhumación de los restos de Franco, he querido dejar clara mi posición. Hay que analizar bien por qué el dictador ayer fue enterrado donde hoy está: la dictadura que duró cuarenta años tuvo una evolución de aceptación para la mayoría del pueblo español. Y llegamos a los setenta con un régimen híbrido entre democracia y dictadura. Por eso cuando murió Franco solo fue precisa una adaptación y no una revolución. Y cuando se habla de su tumba hay que tener como referencia la fecha correcta porque si pensamos en 1936 está claro que hay que abrirla y echarla a los buitres. Pero si pensamos en 1978 --que es la fecha en la que hay que ponerse-- hay que joderse porque el referéndum constitucional la legalizó para siempre. Me explico: el sistema legal actual emana directamente de la dictadura porque el pueblo español votando la constitución lo que hizo fue refrendar la monarquía que el dictador propuso. Se dijo que las izquierdas aceptaron una transición para no derramar sangre; eso es mentira porque al pueblo harto no hay quien lo contenga. No hubo conflictos porque la transición fue el cauce natural de evolución política ante la casi total ausencia de levantamiento popular violento a favor de la ruptura total. La izquierda de hoy que no vivió la reforma política, debe respetar y comprender a la izquierda de entonces a la que le fue imposible emprender una revolución dada la predisposición de todos a entenderse. Los políticos actuales no deben mover a Franco ni tan siquiera para ponerlo de espaldas porque estarían dando la espalda no solo a la realidad pasada sino a la legalidad vigente de la que ellos también forman parte.

* Abogado