Desde hace semanas, a diario, vemos en prensa o en redes sociales alguna información referente al pin parental. Una propuesta de Vox que pretende simplemente proteger a los niños y garantizar el derecho de los padres a decidir sobre su educación, algo que sabiamente ya se recogió en nuestra Carta Magna en un momento en el que nadie pensaba que este derecho pudiera verse cuestionado. Hoy, la amenaza es real y se cierne sobre todos. Sea cual sea su origen, condición o ideología. Por eso Vox ha visto necesario dar un paso adelante en la presentación del ya conocido como ‘Pin Abascal’. ¡Y a mucha honra!

Todos deberíamos estar de acuerdo con la implantación del pin. Proteger a los niños y el derecho de los padres, es decir, cumplir la Constitución debería ser algo que uniera a todos los españoles -al menos a los demócratas-. ¿O es que hay alguien tan totalitario y tan manipulador que este planeando interferir en la educación de los niños y cercenar el derecho de los padres recogido en la Constitución? ¿Cabe en cabeza humana que algún partido se oponga a esto que plantea Vox? ¿Puede de verdad este planteamiento ofender a algún colectivo o suponer algún peligro para alguien?. La respuesta es no y mil veces no. O, como dicen algunos, no es no.

Pero en esto, como en casi todo lo que dice Vox, siempre hay una segunda derivada. Lo que los demás dicen que decimos o lo que mentes perturbadas y calenturientas repletas de malos pensamientos suponen o preconizan que queremos. Tanta manipulación, tanta mentira, solo me reafirma cada día más en lo acertado del planteamiento de Vox. Esta claro que algo tramaban los que ahora braman enfurecidos esgrimiendo falsos argumentos y tergiversándolo todo.

Por disipar dudas: No quiero que en mi país se eduquen niños en el odio o en la homofobia, pero tampoco que a los míos con 6 años les anden diciendo en el colegio, que el lunes pueden querer a María, el martes a Luis y el miércoles a los dos, porque eso es la diversidad sexual. No quiero niños violentos, quiero niños que respeten a los demás y se eduquen en igualdad, pero tampoco quiero que Carlos crea que tiene un gen que le hace pegar a las mujeres y que crezca sin presunción de inocencia por una cuestión cromosómica. Quiero que mis hijos sepan qué es el virus del papiloma y que se vacunen por salud, pero no para que puedan ser promiscuos de forma más segura. Quiero que antes del sexo sepan que debe estar el amor, la fidelidad y el respeto. Y, sobre todo, quiero que defiendan, con mayúsculas, la VIDA, desde su concepción hasta la muerte natural.

Creo que tengo derecho, creo que mis hijos tienen derecho. Y, sobre todo, creo que los que no piensan como yo, tienen el mismo derecho. Porque yo respeto su libertad para decidir como quieren educar a sus hijos. Solo pido el mismo respeto para poder educar a los míos. El problema no es el fondo, es la forma. La cuestión no está en el qué, si no en el cómo. Por eso el pin parental no puede suponer ningún problema, porque no impone nada. Más allá de absurdidades, mentiras y otros planteamiento totalitarios, el pin parental solo garantiza que la educación ética y moral se dé en casa. Y al que no le guste, que se vaya a Venezuela. Aquí en España, las mujeres no parimos niños para el Estado como hacían en algunos países del Este o cómo todavía piensan algunos comunistas en Cuba o Venezuela; allí sí educa el Estado. Y así les va.

* Portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Córdoba