De nuevo, el Domund, Domingo Mundial de la Propagación de la Fe, las viejas siglas que salen a nuestro encuentro, en este domingo de octubre, mes misionero extraordinario, de todos y para todos, con el lema «Bautizados y enviados. La Iglesia de Cristo en misión en el mundo». Una de las claves del Domund de este año es que se extiende a todos los miembros de la Iglesia por igual. El papa Francisco está invitándonos a «la misión a la gente» y a no quedarnos encerrados en la sacristía. Todos los bautizados, aunque no tengamos vocación de misioneros, podemos y debemos, amando nuestra fe, traer la fe al mundo. El propio Papa aspiró a la vida misionera cuando todavía era un sacerdote afincado en Buenos Aires. Pero su vocación se vio frustrada por una enfermedad. Un puñado de luces iluminan la jornada del Domund. Primera, España es toda una potencia en términos de misión. Es uno de los países que más dinero aporta a las misiones y los misioneros han sido históricamente auténticos pioneros que, con escasos medios y en muchas ocasiones en solitario, han asumido la obra misionera con su propio testimonio y acción. No existe ningún país del mundo con la pujanza misionera de España, con 11.000 misioneros. Y la segunda, luz del Domund se centra en cada misionero y misionera, que están allí, pegados al terreno, viviendo en las mismas condiciones que vive la gente, a la que ayudan en la medida que pueden, porque ven en la otra persona a Jesucristo. El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, resalta en su carta pastoral esa unión con Cristo que se da y se vive en la Iglesia: «No somos seres solitarios, ni Dios ha querido salvarnos aisladamente, sino formando un pueblo. Nuestra pertenencia a la Iglesia nos hace partícipes de esa misión con la que Cristo ha enviado a los apóstoles». El Domund llama a la puerta. Sus luces irradian esperanza al mundo entero.

*Sacerdote y periodista