Decía la periodista Lola Ester: «Lo primero que voy a hacer cuando me dejen salir de casa es no salir de casa». Algo similar escribía la abogada Magdalena EntrenasMagdalena Entrenas en su artículo del viernes, y esas reflexiones me sirven después de escuchar al presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, autorizar la movilidad entre provincias andaluzas a partir del lunes.

Ya he visto a dos, aquí en Córdoba, sin mascarillas, saludarse así:

-¡Hombre, cuánto tiempo! ¿Tú no tienes el virus, verdad?

-Ja, ja, ja, claro que no.

Ea. Y a continuación, tras esta constatación científica, se dieron un abrazo con palmadas en la espalda.

Anoche mismo, me dice la joven S. que estaba sentada con un grupo de amigos y llegó una conocida:

-»Pues yo a ti te voy a dar dos besos», le dijo a una.

Y se los zampó. Todo el que haya salido a la calle ha visto a jóvenes, y no tan jóvenes, besándose y abrazándose, y yendo en grupo apretado. Y es comprensible, el confinamiento ha sido duro para la energía juvenil, pero seguro que esas personas tendrán familiares mayores o de grupos de riesgo, y pueden llevar a su casa un alien indeseado. Un poco de sensatez, que el virus no se ha marchado, y si te toca, te tocó.

Por eso dan ganas de decir: ahora que puedo salir, pues no salgo, aunque, claro, no lo haré. Y probablemente quedaré como un bute ante la gente que no se ha enterado -quizá porque estaba viendo los vídeos del balconing de Colacao- de que la infección por covid-19 ha matado ya a muchos miles de seres humanos en España y sigue siendo peligrosa.

Al escuchar a Juanma Moreno, que se ha dejado llevar por una feliz vena poética al decirnos que desde el lunes podremos hermanarnos con Cádiz y pasear por Granada, y que nos ha dibujado un bello panorama de andaluces saliendo juntos de la crisis sanitaria, hay también que prestar atención al colofón de su discurso, en el que nos pide prudencia, cumplimiento de las medidas de alejamiento social (otra expresión nueva del coronavirus), etc., y advierte de que si no sale bien la experiencia podemos volver al confinamiento. Ojalá no. Yo, por mi parte, me muero de envidia ante las amigas y amigos que ya están haciendo las maletas para irse a Málaga y a las playas de Cádiz. Eso sí que es pura poesía.