El dedo índice de Trump señala a Pedro Sánchez dónde debe sentarse, con el autoritarismo del maestro de antaño. El verano se tiñe de todas esas cosas que, como el dedo de Trump, navegan entre la interpretación manipulada, el aburrimiento de los grandes (tan pequeños) y la inanidad ambiente. (Puestos a elegir prefiero El dedo incorrupto de Nerón de aquí el compañero de página Miguel Ranchal). Abro el viejo álbum de coches de 1967, los tebeos del Capitán Trueno y el Jabato, los Tío Vivo y toda su secuela, las Joyas Literarias Juveniles de antaño, y rebusco en el archivo de la tele las viejas producciones que alimentaron niñeces y adolescencias, las cuadrillas de jóvenes arqueólogos que hablaban de la historia de sus pueblos cuando los invernales paseos campestres de descubierta se hacían en jersey grueso de cuello alto y trenka, y no en ropa deportiva especializada del Decathlon, cuando los antiguos concursos mostraban buenas maneras y cultura, y en las periclitadas entrevistas al entrevistador parecía interesarle lo que tenía que decir el entrevistado y no a la inversa. Y pienso en cómo hemos cambiado, que lejos ha quedado aquella curiosidad, como decían (más o menos) Presuntos Implicados. Igual que a Víctor Jara el alma se le llenaba de banderas, a algunos se nos llena de veranos perdidos, de libros y sueños, de juegos en la calle cuando en la calle jugabas sin jugártela, y, sí, también se nos llena de banderas que avanzan contra el miedo, porque los años te quitan miedo y te dan incertidumbres para combatir todas aquellas certidumbres insolentes y, claro, falsas, de la juventud. Sigan algunos creyendo, están en su derecho, y descreyendo, como en Grecia han dejado de creer en el Syriza de Tsipras con la lección de que las utopías se alcanzan trabajando, ahorrando y formándose para luchar y competir, no pregonando la revolución desde un chalet, ni desde un loft de lujo con vistas a la Acrópolis como Yanis Varoufakis en aquella revista pija. Cuando hay dedos que señalan dónde tienes que sentarte, en vez de sonreír tienes que sacar el dedo corazón para que sea el señalador el que se siente y pedalee. Pero no. Sonrió.

* Escritor

@ADiazVillasenor