También es mala suerte irse de vacaciones con los amigos a una villa a orillas del Lago Leman, que entre en erupción el volcán Tamboro en Indonesia y que se produzca uno de los veranos más fríos del siglo. Pero, en fin, gracias a eso cumple este año su bicentenario (una primera edición de 500 ejemplares apareció el 1 de enero de 1818 y una segunda el 11 de marzo) Frankestein o el moderno Prometeo la mítica obra de Mary W. Shelley producto de la propuesta de Lord Byron a sus invitados de competir entre ellos escribiendo un relato de terror. Estos días pueden ser un buen momento para recordarlo, no solo por el aniversario, sino también por la reciente celebración del 8-M, dado que en la primera edición de la obra no constaba ningún autor y algunos la atribuyeron al marido de Mary, Percy Shelley. Cuando la cosa se aclaró, algunos críticos no dudaron en decir que el ser su autora una mujer era «un agravante de lo que es el mayor error de la obra, pero si la autora puede olvidarse de la delicadeza de su sexo no hay razones para que nosotros la recordemos; y por tanto despacharemos esta novela sin más comentarios». Para la Inglaterra previctoriana era difícil aceptar tal autoría. Máxime cuando tanto Mary como su madre fueron activas feministas.

Independientemente de otros valores Frankenstein es una obra que nace en tiempos convulsos, de importantes cambios tanto sociales como de la ciencia y del pensamiento. De aquí que se le pueda sacar partido utilizando las más diversas ópticas. Desde el terror a la economía pasando por el humor, la ciencia, la filosofía... O la mezcla de todo un poco. Hay personajes y géneros que son paradigmáticos a la hora de encarnar los cambios y valores de su época (otro buen ejemplo podría ser el Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan Doyle) y ello hace que la celebración del bicentenario se pueda plantear en toda clase de ámbitos. El mito sigue evolucionando.

El cine se ha encargado además de conferirle añadidos de su propia cosecha hasta casi apropiarse de él por entero. Desde las cintas de James Whale, con Boris Karloff, a la televisiva Familia Monster sin olvidar, como no, entre otras muchas, El Jovencito Frankenstein de Mel Brooks, con su inefable Igor (un personaje que no existe en el texto, pero creado con tal éxito que incluso aparece de nuevo, con otro tono, en la reciente Victor Frankenstein de Paul McGuigan) hay tratamientos y planteamientos para todos los gustos. Por haber hay hasta un emotivo Frankenperro que desata un monumental caos en Frankenweenie, la cinta de dibujos animados dirigida por Tim Burton. En la actualidad existe toda una fiebre «franken» en forma de frankenfood, frankenvirus... Y no les digo nada del filón que supone el prusés, pero ya se lo pueden ustedes imaginar. Menos sabido es que la Criatura tiene también su corazoncito español. Y española es también una de las versiones más sugerentes de su génesis en Villa Diodati, plena de encanto, pulso e imágenes fascinantes: Remando al viento, de Gonzalo Suárez, con seis premios Goya en 1989 y un tanto olvidada. Es preciso conocer bien la historia para apreciar el film en toda su dimensión. Recuerdo que un conocido crítico comentó por entonces «no haber entendido nada». Les suele pasar a quienes no bucean en el alma de las cosas. Y cómo olvidar los grandes ojos de Ana Torrent y la bella metáfora de El espíritu de la Colmena...

Pero hay más. Pocos se leen también el prólogo de la edición revisada de 1831 en la que la autora explica como concibió la obra y en el que se hace una referencia a... Sancho Panza. Y es que entre las lecturas de los reunidos en la villa suiza (no solo fueron relatos de fantasmas) estuvo El Quijote. Así lo refleja Mary en su diario. Ítem más, varios ensayos académicos relacionan la historia del cautivo que se recoge en la obra magna de Cervantes con la historia de Safie en la de la inglesa. Y también analizan cómo la técnica narrativa de ésta última es similar a la de Cervantes.

Desigual suerte han tenido las versiones musicales o teatrales de Frankenstein, entre ellas varias españolas (e incluso andaluzas). La más reciente estrenada en Barcelona hace un mes con Angel Llácer encarnando al doctor y Joel Joan a la criatura. Pero el mito de Prometeo sí tiene pedigree en el terreno de la Música Clásica donde ha inspirado muchas partituras. Valga el ejemplo de Beethoven y de su música para Las criaturas de Prometeo, un ballet de 16 cuadros. Hoy solo se suele tocar su Obertura. En ella muchos encuentran claras semejanzas con la Primera de sus sinfonías además de antecedentes de la Heroica e incluso la inspiración de la Segunda de Schubert. Ya ven si la cosa da de sí.

Aún habremos de ver más iniciativas celebrando el Bicentenario. Y, quién sabe, a lo mejor la Filmoteca de Andalucía, de aquí a final de año, nos da una sorpresa conmemorándolo. Calidad y mimbres interdisciplinares tiene en abundancia para ello.

* Periodista