Ya no va a ser solo pasar del tiki-taka a otro sistema futbolístico anterior al de la furia española, este siglo nos obliga también a hacer un examen del tiempo pasado, que la adicción a los móviles ha destrozado en su esencia. Lo decían el otro día unos chavales en una emisora de radio: no leemos el periódico, elegimos las noticias que queremos que, por lógica, las sacan de ese móvil que ha convertido a los seres humanos en una especie de engendros condenados a mirar en dirección a una pantallita. Donde por lo visto está el mundo, que no sabemos quiénes lo dirigen. Lo mismo que nos pasaba antes cuando el cielo era la respuesta y en la tierra mandaban el ejército, los bancos y la Iglesia.

Ahora, como siempre ocurrirá, siguen mandando los poderosos, pero en forma de mercados financieros o de multinacionales tecnológicas. Los jóvenes eligen las noticias que les gustan, como si los sucesos estuviesen en nuestras manos. Quizá por eso Fotogramas, la revista de cine que nos alimentó en nuestra juventud, fundada en Barcelona en 1946, deje de publicarse de la misma manera que venía haciéndolo en la ciudad de la Sagrada Familia, de ERC, de Ciudadanos y Ada Colau, porque su traslado a Madrid puede sonar a rendición. Lo que les ha pasado a las monjas carmelitas descalzas de Bujalance, que siguen mirando al cielo, la respuesta a su vida, pero que se dan cuenta de que después de 310 años de convento la vida ha cambiado y que su solución está ahora mismo en el mar, en Málaga, donde han decidido irse la próxima semana, quizá para pasear a su Virgen del Carmen --imagen que el pueblo quiere que la dejen-- por el Mediterráneo. La falta de vocaciones y la vejez de las religiosas han dibujado un mapa de España en el que los conventos van a tener que pasar, como en el sistema futbolístico, pero al revés, de una furia creyente de siglos a un imaginativo tiki-taka con respuestas propias del siglo XXI, donde los jóvenes eligen las noticias que prefieren y la pantallita del móvil da su beneplácito.

El convento de las franciscanas clarisas de Santa Isabel de los Ángeles, cerca de Santa Marina, donde la gente iba a rezar a San Pancracio, ya está cerrado y en camino de convertirse en hotel. Por Agustín Moreno, por donde los patios imponen un estilo de belleza cada vez más fuera de la realidad, el convento de Santa Cruz de las Clarisas franciscanas ofrece en su soledad una estética acorde con los nuevos tiempos. Como el del Císter, por Carbonell y Morand y la plaza del Cardenal Toledo, donde comenzó este periódico, cuyas monjas han vuelto a ser emigrantes. Un estilo de vida que hasta se puede romper, como el de unas monjas de Lugo, que han cerrado su convento por las rencillas entre ellas. Otros tiempos.