La dirección General de Tráfico, que con tanto celo vela por nosotros como por la recaudación, ha anunciado que esta semana habrá diariamente 25.000 controles de alcoholemia y drogas a cualquier hora del día y en todo tipo de carreteras. Todos los agentes están alertados y con licencia para multar, desde los motorizados de tráfico a los municipales de su pueblo. Y es bien triste que solo por el temor a las multas moderemos nuestro comportamiento pre-navideño, pero así es. Tras el multitudinario puente de luces y aglomeración en las principales capitales de Andalucía, Córdoba, Sevilla y Málaga, ya hay quien reniega de la Navidad, y no es extraño porque estas fiestas llevan camino de convertirse en una gran despedida de solteros universal. Nuestra época, que gusta de trivializarlo todo y simular la tiesuna con fiestanga, se une con las ganas de salir de casa y vivir en la calle y ya tenemos enloquecido al personal por el frenesí de diciembre que nos llevará a la nochebuena ahítos de comida, bebida, buenas intenciones y amigos para siempre. Claro que también pudiera ser que, precisamente, por lo que cargan los días de familia por venir la gente viva desenfrenada las vísperas del nacimiento de un niño que, a estas alturas, poco importa el por qué ni el para qué vino a este mundo. El colmo del retorcimiento viene con los esos belenes travestidos en fallas y ninots donde pululan los personajillos del año, los árboles recargados y estentóreos -ahí tienen en Estepona el árbol más caro del planeta, valorado en 12 millones de euros, con ramas de las que penden joyas de Bulgari, Chanel, Cartier o Van Cllef&Arpels- levantados en esa Costa del Sol donde la mafia rusa ajusta sus cuentas. Ya son siete los fiambres por muerte violenta que se han encontrado tirados en la calle en los últimos tres meses y sin rastro de los asesinos. Pero eso es otro asunto pues, según el delegado del Gobierno en Málaga, estos tiroteos no afectan a las seguridad de los ciudadanos y turistas. Es Navidad. Una competición de bombillas, la alegría se confunde con los menús y las cenas de empresa, en las que siempre aparece alguien cargado con pelucas de colores, petardos y matasuegras. Fluyen con los efluvios del chupito los roces imprevistos y los juegos prohibidos. Cualquier desliz tiene acomodo con tal de envolver en papel de plata la insatisfacción y la amargura diaria. Arden las agendas. Todo el mundo quiere verse con alguien en los días venideros. La DGT puede que cace a muchos pardillos esta semana en sus 25.000 controles, pero se confunde; cuando de verdad estaremos dopados, y planchados, y atontados de tantos excesos y ruidos será el 24 de diciembre. Cuando hayan levantado el operativo.

* Periodista