A veces, entre tanta publicación y entre tanto y tan variado contenido como circula por las redes sociales, encontramos alguna sorpresa verdaderamente agradable que nos hace, ante las dudas que a veces nos invaden sobre su utilidad, volver a confiar en el potencial que las mismas poseen y en su poder de comunicación más que arraigado ya en este siglo XXI.

Y digo esto porque encuentro en mi muro de Facebook una publicación de mi amigo Elías Cabrera en la que, junto a una fotografía suya con uno de sus hijos en brazos y otra de su padre (q.e.p.d) con él de hace muchos años, en la que asegura que «así me sentía siempre en sus brazos (de su padre). Así pretendo que se sientan (sus hijos)» añade un video con una canción que a mí, al menos, me ha resultado conmovedora. En dicho video aparece un señor alto, calvo, con perilla, con chaqueta, pantalón y bufanda oscuros y un sombrero boca arriba a sus pies, en un cruce de calles de una ciudad que pudiera ser de cualquier país europeo, Inglaterra, tal vez, en un paisaje invernal y, seguramente, navideño por las guirnaldas que cruzan de pared a pared.

Con una voz de tenor excelente y acompañado de música de violines y de otros instrumentos de viento, sencillamente exquisita, canta: «Cuando estoy deprimido, ay/ Y mi alma tan cansada/ Cuando los problemas vienen/ Y mi corazón está agobiado/ Entonces, me quedo quieto/ Y espero aquí en silencio/ Hasta que llegas y te sientas/ Un rato conmigo/ Tú me levantas para que pueda/ Pararme sobre las montañas/Tú me levantas para caminar sobre los mares tormentosos/ Soy fuerte cuando estoy sobre tus hombros/ Tú me levantas... a más de lo que puedo estar...».

Una letra que no alude, al menos explícitamente, a ningún contexto religioso pero que a mí, personalmente, me ha transportado como persona de fe, como cristiano en camino, a pensar en quien es Padre amoroso, lleno de misericordia y ternura, cualidades que su Hijo, Jesucristo, derramó a manos llenas en su estancia entre nosotros y que sigue derramando desde el cielo.

Sí porque los cristianos, débiles como cualquier ser humano, sentimos en muchas ocasiones cómo nuestra vida zozobra, nuestra alma se deprime, la fe nos falta y la noche oscura aparece... También, el agobio nos oprime («Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré», Mt, 11, 28-30), siendo Él quien puede ayudarnos a reemprender la marcha, a caminar, el Buen Pastor que carga sobre sus hombros a la oveja perdida y herida (Jn, 10 14-15) que nos sostiene incluso sobre las aguas tormentosas de nuestro existir (Mt, 14 22-33) y que nos levanta cuando andamos a ras de suelo o incluso cuando estamos muertos (Mt, 9 4-6; Lc, 7 14-15).

Así pues de la misma manera que pasamos por esas dificultades, que cargamos, tarde o temprano, con la cruz ante la que, ante nuestra debilidad, nos solemos rebelar... incluso atreviéndonos a pedir explicaciones al Señor, a echarle en cara nuestra percepción, errónea, de que no nos escucha, también en nuestra vida percibimos como al final la Resurrección se hace presente, la paz vuelve con nosotros, nos sentimos tocados y sanados por su ternura, los problemas se solucionan o recibimos la gracia suficiente para enfrentarnos a ellos. Gracias pues a este amigo y a su publicación por inspirarme estas líneas que solo han pretendido, desde la humildad, llevar un poco de esperanza, de luz, de paz a quien pueda necesitarlas y que Facebook, en esta ocasión y de manera positiva y enriquecedora, ha hecho posible.

* Periodista