Jamás imaginé que algún día me casaría. Pero nunca nunca. Yo, feminista empoderada, que lucha contra todo aquello que nos oprime, contra todas las instituciones del patriarcado (entre ellas, el matrimonio), ¿cómo iba a casarme? Además, la mayor parte de los matrimonios que conocía no eran felices y no creía que dentro de uno yo pudiera serlo.

Si acaso, viviría con mi pareja, aunque siempre me ha gustado la independencia y vivir sola. Tampoco me parecía mal la idea de tener cada uno su piso a lo Mia Farrow y Woody Allen. Y, sin embargo, mañana hará un año que pasó. Sí, sí: me casé.

Me digo que Celia (la de Elena Fortún) también se casó y que hay matrimonios envidiables entre artistas (como el de Raymond Carver y Tess Gallagher). ¡Si hasta Marie Curie estuvo casada y, tanto su marido como ella, compartían la idea de que el trabajo del otro, la investigación, era lo primero en la vida! Pero yo lo admito: tengo cargo de conciencia. Ya me he hecho a vivir con él.

En los entornos feministas no se me ocurre mentar a «mi marido». Jamás. Si tengo que apelar a él, digo siempre «mi pareja». De hecho, creo que solo digo «mi marido» en situaciones familiares y ante los mensajeros. Les abro la puerta y digo: «Sí, es mi marido» y recojo el paquete. Que conste que no me avergüenzo de haberme casado y no podría haber encontrado un compañero más comprensivo, sensible, delicado, inteligente, guapo... Como Él.

De hecho, creo que juntos superamos a Raymond y a Tess, que siempre han sido mi matrimonio fetiche. Trabajamos a cuatro manos frecuente y orgullosamente, dejamos y respetamos el espacio del otro y cada uno aporta al otro una realidad que antes no estaba en su radar. Juntos somos mejores. De hecho, somos la «Zona permanentemente autónoma» de Los Planetas. Eso somos. Desde que Él llegó pesa menos y merece más la pena vivir. Jamás imaginé que se pudiera ser así de feliz con nadie.

Y, en un contexto como el actual, hay que nombrar también (o, mejor dicho, sobre todo) lo bueno con lo que contamos, que malo tenemos muchísimo (el virus, las restricciones de movilidad, la imposibilidad de estar con nuestros familiares...). Por eso me he lanzado a escribir mi columna más cursi sin ningún tipo de vergüenza, porque mañana comeremos de nuevo la tarta de nuestra boda y brindaremos y lo seguiremos haciendo el lunes y todo el tiempo que podamos.

* Escritora y periodista