Siniestro Total amenazaba al enemigo con las mayores humillaciones, la peor de las cuales se convertía en el estribillo de la canción: Y bailaré sobre tu tumba. Sin embargo, hay en esa declaración de intenciones un ultraje perverso, pero también juguetón. No dejas de imaginar a un ultraortodoxo, de barbas y tirabuzones larguísimos, contorsionando zapatos y levita sobre la lápida al ritmo del grupo gallego.

Bailar sobre la tumba es un asunto menor en eso de los lances del amedrentamiento. La cabeza colgada sobre la pica ha resultado más efectiva. Era el desenlace final de la tortura en los tiempos en los que el poder no necesitaba esconder sus satrapías en las cloacas; una estafeta jalonada extramuros para advertir a propios y extraños cómo se las gastan aquí para quien quiera probar un chupito de disidencia.

Steve Bannon, el áulico agitador de este neopopulismo provocador, ha confesado soñar con la cabeza de Anthony Fauci en una pica. Para entendernos, sería como si un ideólogo de Vox fantasease con Fernando Simón con la sarga y el sambenito, montado de espaldas en una mula camino del Auto de Fe. Marilyn Monroe soñaba con diamantes. Rudolph Giuliani ya no sueña con Marilyn, o al menos elude esos tiempos como alcalde de Nueva York en los que se disfrazó con unos guantes kilométricos, un Palabra de Honor fucsia y una peluca rubia. Hoy, su rubia ambición se convirtió en un seguidismo mazorca. Guliani, abogado de causas perdidas cuales son las imposibles barreras de un presidente en retirada. A Trump le han cortado esas bravatas las principales cadenas televisivas norteamericanas, signo palmario de que el poder en los Estados Unidos ha comenzado su ósmosis.

La victoria de Biden ha supuesto una tregua, en ese crédito de confianza para poder asociar la información a la decencia. No se preocupen por la información y su demanda. Aquí, desde luego, no es el tamaño lo que importa, pues es su saturación la regla que rige estos tiempos. Lo importante es sentirse estimulado por esa tormenta incesante de ideas, acentuando el juicio crítico para no quedar definitivamente atrapado en el légamo del aborregamiento. Lo que ocurre es que esta desconfianza ante tanta realidad no contrastada no solo ha acentuado el escepticismo, sino también el cinismo, máxime si las buenas intenciones tienen un sello oficial. Así, el Gobierno piensa implementar una Comisión para combatir la desinformación. Si los dos grandes partidos norteamericanos tienen por mascotas un burro y un elefante, sarcásticamente podría ofrecerse a esta Comisión las referencias de la zorra y el gallinero.

Hay resquemor para entregarse incondicionalmente a esta Brigada contra el Bulo, más cuando apelamos a la referencia bíblica por sus obras los conoceréis. Pablo Iglesias ha querido aprovechar su escapada boliviana para extralimitarse nuevamente en sus funciones. Iba a acompañar al Jefe del Estado en la toma de posesión del nuevo presidente de Bolivia, y no para tomarse unas atribuciones fuera de sus competencias gubernamentales, entre las que no se incluyen las relaciones internacionales. Y enarbolar que la desinformación solo puede proceder del espectro de la derecha no supone un buen punto de partida. El peligro de luchar torticeramente contra el troleo puede derivar en convertirse en un nuevo cruzado de la censura. Y uno puede soñar con Chicho Ibáñez y su Historia de la Frivolidad, incorporando a esa caterva de señoras de negro y largas tijeras a nuestro morado vicepresidente del Gobierno. Triste guasa, para dar madera a un inmortal Rafael Azcona, que en lugar de suprimir del metraje los morrazos, se emule aquella vieja y casposa guardia para quitar de en medio las incongruencias.

* Abogado