La cantante calva

«Isabel y Donald son ahora demasiado dichosos para que puedan oírme. Por lo tanto, puedo revelarles a ustedes un secreto. Isabel no es Isabel y Donald no es Donald. He aquí la prueba: la niña de que habla Donald no es la hija de Isabel, no se trata de la misma persona. La hijita de Donald tiene un ojo blanco y otro rojo, exactamente como la hijita de Isabel. Pero en tanto que la hija de Donald tiene el ojo blanco a la derecha y el ojo rojo a la izquierda, la hija de Isabel tiene el ojo rojo a la derecha y el blanco a la izquierda. En consecuencia, todo el sistema de argumentación de Donald se derrumba al tropezar con ese último obstáculo que aniquila toda su teoría. A pesar de las coincidencias extraordinarias que parecen ser pruebas definitivas, Donald e Isabel, al no ser padres de la misma criatura, no son Donald e Isabel. Es inútil que él crea que ella es Isabel, es inútil que ella crea que él es Donald: se equivocan amargamente. Pero ¿quién es el verdadero Donald? ¿Quién es la verdadera Isabel? ¿Quién tiene interés en que dure esa confusión? No lo sé. No tratemos de saberlo. Dejemos las cosas como están Mi verdadero nombre es Sherlock Holmes».

Y así la síntesis del desorden reinante. Vano resulta buscar a cantante alguna, ni melenuda ni calva. El título miente. La falsedad y la mentira se erigen endiosadas. Entre murmullos y gruñidos de descontento; y con espontaneas muestras de indignación o con burlas y risas irónicas fue estrenada la obra. En ella aparecerá el capitán de los bomberos. El pirómano que oculta la tea encendida. Aunque nadie parece tomar cuidado de asunto tan grave. Al parecer todos se han acostumbrado al desconcierto y a la irresponsabilidad. El pesimismo se encuentra detrás de lo que se pone de manifiesto, como la bastardía intelectual, la felonía, la ruindad y lo impredecible de la existencia de algunos de los personajes que intervienen.

* Doctor ingeniero agrónomo. Licenciado en Derecho