Manuel Capote es un hombre que sabe lo que es andar el camino, que no es nada fácil. El camino en los dos sentidos. El físico, el Camino Mozárabe que une Córdoba con Santiago, que se recorre con las piernas pero que precisa una fuerte condición mental; y el de la vida, que aún requiere más fortaleza de espíritu y de pensamiento. Pues bien, a nadie se le oculta que a Manuel Capote, peregrino por un lado, guardia civil por otro y caminante de la vida, se le debe buena parte, si no casi todo el mérito, de que la Asociación de Amigos del Camino de Santiago-Camino Mozárabe, de la Casa de Galicia, recibiera el lunes uno de los reconocimientos de la Guardia Civil de Córdoba dentro del 175 Aniversario de la creación del Instituto Armado, todo ello junto a la Fiscalía de Córdoba y al Ayuntamiento de Villa del Río.

Y no porque Capote simplemente haya medrado entre sus dos grandes lealtades, sino porque ha sabido unirlas, complementarlas y hacerlas mejores, por ejemplo, poniendo el alma en el proyecto Camino Seguro, que a través de 5 etapas ha movilizado en estos meses a cientos de peregrinos con agentes de la Benemérita para conocer el itinerario y las posibles eventualidades del mismo, además de aprender más de las necesidades y problemas que el caminante encuentra en el itinerario jacobeo a su paso por Córdoba. Una actividad que va más allá del folclore. Algo muy pensado con lo que hay que pensar las cosas: con la cabeza.

Además de lo que apuntó Isidro Rodríguez, presidente de la Asociación del Camino Mozárabe de Córdoba en su discurso de agradecimiento del premio, quiero ver en este reconocimiento algo más que un galardón y de un autotributo (merecido) de la Guardia Civil a aquella encomienda que recibió de proteger las rutas, veredas y sendas. Porque sobre todo tiene sentido en estos tiempos, ahora con guardias civiles especializados en Medio Ambiente, en operaciones especiales o en ciberseguridad de esos nuevos caminos que hay en internet. Y es que el premio a la Asociación del Camino Mozárabe, para mí, lo que hace sobre todo es mirar al presente y al futuro. Reconoce valores como la defensa de la riqueza patrimonial, el derecho a buscar nuestra historia, la protección y el amor a esa naturaleza que nos la estamos cargando entre todos, el valor del viajero cuando asume su responsabilidad de acertar o equivocarse entre una vía u otra en cada intersección, la salvaguarda del siempre débil caminante frente al poderoso que le asalte, esa libertad de caminar con seguridad por los itinerarios que uno quiera escoger tanto sobre el terreno como en la vida... No me digan que no son valores dignos de luchar por ellos en este siglo XXI.