Los niños han manifestado su preocupación en las calles por el cambio climático y la organización Asaja ha alertado de la falta de pastos en las explotaciones agrarias de la Sierra, Guadiato y Pedroches por la sequía y las altas temperaturas de las últimas semanas. Aquellas siestas calurosas de nuestra infancia, que vivíamos encerrados en casa jugando a los indios o haciendo de albañiles en el corral hasta que los padres levantasen el diario «castigo» no deberían ser tan abrasadoras como estas porque yo no me acuerdo de que protestáramos contra el calor. Eran, sí, una soledad como la madrugada por donde solamente caminaban el hombre del saco y los «descarriados». Quizá por eso ahora, después de haber vivido una Feria sin una gota de lluvia donde el sol te abrasaba y alteraba la decisión de salir al Real, me he dado cuenta en Torrecampo de que el calor siempre ha sido cosa de mayores. El domingo al mediodía, camino de la Virgen de Veredas, a siete kilómetros de Torrecampo, solamente saludé a un ciclista que terminaba la aventura de pedalear contra el cambio climático viniendo de la ermita, una soledad de pastos secos. Luego, en el santuario de la Virgen de Gracia, donde Juana Castro recibió el Premio Solienses, el ambiente era pura historia y belleza de la comarca. Pero al salir era como si abandonases el asilo en sagrado que la Iglesia ha prestado desde siempre a los perseguidos por la justicia --en este caso de frescor-- y te expusieses al ardiente tormento abrasador de algo parecido al infierno. Todavía no eran las dos de la tarde y fuera del amparo que los libros, la música y la cultura te proporcionaban en la ermita de la Virgen de Gracia, contemplabas desde la cima una especie de valle tórrido donde el calor estaba empezando a mostrar el cambio climático, contra el que protestan ya los niños de ahora. A la llegada a Córdoba, sobre las seis de la tarde, la ciudad eran cuarenta grados y las calles una soledad de resaca de Feria, donde no corría ni el aire. Quizá por eso los mayores, en su día, los que tenían posibles sobre todo, miraban para el mar y se iban a Fuengirola, a ponerse calzón corto. Pero a su tiempo, no en la Feria de mayo, que todavía faltaba el final de curso. El cambio climático debe ser que algo está borrando las estaciones y que el sol abrasador y la lluvia que inunda aparecen como en un sorteo. Algo que siempre ha ocurrido en otros países que no son España, adelantados hasta en el cambio climático. En mis veranos (de trabajador) en Alemania cada mañana tenía que mirar por la ventana para ver qué tiempo hacía ese día. A veces me tenía que vestir con botas e impermeable. Casi lo que empezamos a hacer ya en España.