La industria está siendo uno de los puntales de la recuperación económica en España, aunque no se puede hablar de causas homogéneas en todos los sectores. Es cierto que en algunos casos las inversiones industriales llegan de la mano de la devaluación de los salarios impulsada por las sucesivas reformas laborales. Pero es igualmente cierto que en otros sectores, como el automóvil, la capacidad de los sindicatos y de la patronal de llegar a acuerdos y de concertar las condiciones de trabajo han permitido retener y captar inversiones que aseguran altas tasas de ocupación a medio plazo. De manera que no solo la mano dura sirve para hacer competitiva la industria en este país, los acuerdos y la flexibilidad sin vulnerar derechos fundamentales dan incluso mejores resultados. Aunque sea igualmente cierto que los planes PIVE de apoyo a la renovación de la flota también hayan ayudado a engrasar la maquinaria de la industria automovilística. Un último elemento ha consolidado también este renacer industrial. Es la capacidad de las pequeñas y medianas empresas de sumarse al carro de la exportación y crear ocupación. Este elemento es especialmente importante en el caso de los sectores emergentes relacionados con la biotecnología, el comercio digital y las industrias creativas. La robustez industrial hoy en día debe ser la suma de las grandes empresas tradicionales y estas empresas emergentes que tienen más capacidad de crear ocupación aunque no sea intensiva. Aprendamos, pues, de las lecciones de lo que funciona y esperemos que las administraciones se pongan en marcha para consolidar y ampliar este renacer en los próximos años.