Han pasado tres meses desde que se iniciaron las conversaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido sobre el brexit y el resultado se aproxima a cero. Las posiciones de salida no se han movido. Bruselas insiste en negociar primero las condiciones de la ruptura y después fijar un nuevo marco de relaciones económicas y comerciales, mientras que a Londres le interesa el orden contrario. La última controversia la ha levantado, por la contundencia del término empleado, el ministro británico de Comercio Internacional, Liam Fox, quien advirtió que este país no aceptará «amenazas» durante la negociación después de que la UE volviese a lamentar la falta de avances en este proceso.

La postura británica sostiene que Londres y Bruselas deberían comenzar las discusiones sobre el acuerdo financiero por el brexit, porque acarrearía un buen escenario para las empresas del que creen que se pueden beneficiar tanto los británicos como el resto de ciudadanos de la UE. La Unión Europea, no obstante, ha señalado la falta de avances en las cuestiones principales sobre la salida británica del bloque comunitario, como los derechos de los ciudadanos y el acuerdo financiero. Con este panorama, el tiempo empieza a jugar en contra, es un plazo temporal corto y cada día que pasa se acerca la fecha de salida del Reino Unido de la Unión Europea con una pregunta que flota en el ambiente: ¿será posible para entonces una retirada ordenada o Londres abandonará la UE sin un acuerdo? El presidente de Francia, Emmanuel Macron,y el primer ministro de Holanda, Mark Rutte, han sido los últimos en apremiar al Reino Unido para dar pasos en positivo antes de que en marzo de 2019 deba estar rubricada la división, cuando se firme el divorcio entre Londres y Bruselas.

Es muy probable que en las próximas rondas de negociaciones no haya avances en temas sustanciales, pero habrá mucho ruido por parte británica sobre el coste de la llamada factura del divorcio, y mucha demostración de impaciencia entre los negociadores europeos por la pasividad y la falta de preparación de la otra parte. También en el Reino Unido crecerá la demanda de un segundo referéndum e incluso el convencimiento en algunos sectores -y con escaso fundamento- de que al final no habrá brexit. Por todo ello, no sería extraño que el pacto llegara en el último minuto, en marzo del 2019. De momento, Theresa May sigue viajando en busca de acuerdos comerciales con países asiáticos. Con la India no funcionó, y ahora con Japón tampoco. Este último país se lo ha dicho claramente: prefiere negociar con la UE. La economía británica se resiente de esta situación, la libra esterlina sigue depreciándose y ya se asiste a un éxodo de talento extranjero, de momento lento. Esta especie de limbo en que se encuentra la negociación del brexit en nada favorece al Reino Unido.