Cualquier persona que visite Cabra atravesará, con toda seguridad, una de sus calles céntricas donde se halla el edificio que alberga tanto la Biblioteca Municipal como el Museo Arqueológico. Si pregunta por el nombre de la calle se podrá encontrar con una doble respuesta: le dirán que su nombre es Alamos aquellos que somos naturales del lugar y que siempre hemos utilizado esa denominación, pero si quien responde es alguien que ha llegado a Cabra ya de adulto utilizará la denominación de Martín Belda. Si continúa su curiosidad y plantea quién fue tal personaje, entonces todo dependerá de la suerte que haya tenido al escoger, puesto que podrá escuchar desde las consideraciones más rigurosas y ciertas hasta un conjunto de leyendas e inexactitudes que circulan con respecto a quien fue el primer marqués de Cabra.

Belda podría ser un prototipo de los cambios experimentados por la sociedad española a lo largo del siglo XIX. Nacido en Cabra en 1820, en torno a 1836 se trasladó a Madrid, donde trabajó como empleado en el ministerio de Marina gracias al apoyo de unos tíos de don Juan Valera. Aquella coyuntura de la historia de España era propicia para que un joven se abriera paso en la vida política, justo cuando se iniciaba la construcción del Estado liberal. Vinculado al Partido Moderado, en 1847 le llegó su oportunidad cuando un paisano suyo, Peña y Aguayo, dejó el escaño del distrito de Cabra por haber sido designado senador. Para ser elegido diputado, contó con un doble apoyo, el del ministro de la Gobernación (Sartorius) y el de los notables del distrito, en Cabra (Alcántara Romero), Baena (Espinosa) y Doña Mencía (Moreno Ruiz), con este último mantuvo una abundante correspondencia, que es una fuente de primera importancia para conocer el funcionamiento del sistema caciquil. Continuó su ascenso, pasó al Ministerio de Gobernación como "Coronel del Real Cuerpo de Artillería y Marina y Secretario de S.M. con ejercicio de decretos"; fue elegido diputado de nuevo en 1850 por el distrito de Cabra, hecho que se repitió de forma ininterrumpida en todas las elecciones del reinado de Isabel II, excepto en 1854; en la última etapa del periodo isabelino alcanzó los puestos políticos de mayor importancia, entre los que destacan: presidente del Congreso de los Diputados (1867) y ministro de Marina en dos ocasiones (1867) (1868), cargo este último en el que recibió críticas muy duras, e incluso algunos testimonios afirman que su gestión fue una de las causas de que la Marina se sumara a la revolución de septiembre de 1868.

Belda se definió sobre todo por su fidelidad a la reina, a la cual acompañó en el exilio, tanto en Bayona como en París. Gracias al predicamento que tenía ante ella, Cánovas le encargó de que la convenciera de la necesidad de abdicar en favor de su hijo Alfonso, como ocurriría en junio de 1870. Con la Restauración, llegó el momento de obtener las recompensas por su actividad, y en un Real Decreto de 5 de febrero de 1875 Alfonso XII le concedió el título de marqués de Cabra. Además, en las primeras elecciones del nuevo régimen volvía a ser elegido diputado por el distrito de Cabra. Poco después, cumplió también con el mandato de Cánovas de que acompañara a Isabel II a su vuelta del exilio, y así lo hizo en Santander, El Escorial y Sevilla. Sus servicios se vieron nuevamente recompensados, y en 1878 Cánovas lo nombró Gobernador del Banco de España, puesto que desempeñó hasta 1881. Ese mismo año hubo elecciones a Cortes, y ahora el elegido por el distrito de Cabra fue el candidato liberal, Juan Ulloa. Al año siguiente murió.

Si puedo hacer esta síntesis biográfica de Belda es gracias al trabajo de José M Garrido Ortega, premio "Juan Valera" 2002, una obra que será presentada el próximo sábado en Cabra, en el patio de cristales del Instituto "Aguilar y Eslava" por la ministra de Cultura, la egabrense Carmen Calvo. Aparece en coedición del Ayuntamiento de Cabra y la Universidad de Córdoba con el título de Martín Belda, un político al servicio de Isabel II