¿Recuerdan la canción de Montserrat Caballé y Freddie Mercury en los Juegos Olímpicos de Barcelona (BCN-92)? Era un canto a una ciudad que era más que una ciudad, no por su número de habitantes, ni por su importancia económica, ni por su carácter europeo-cosmopolita, ni por su hospitalidad para personas y eventos etc., sino por los múltiples matices culturales de este diamante tallado desde la Edad Media que ya ha atravesado el siglo XXI. Los barceloneses siempre hemos mantenido una idiosincrasia propia, diferente de resto de Cataluña Y España. Así, fueron los descargadores de los muelles los que construyeron la bellísima basílica de Santa María del Mar (La Catedral del Mar) mientras se construía la catedral bajo el amparo de los nobles y la realeza. La construcción del inenarrable templo de la Sagrada Familia de Gaudí se ha dilatado en el tiempo porque solo se ha nutrido de donaciones particulares, sin ayuda de las instituciones oficiales. Solo son dos ejemplos de estas peculiaridades de Barcelona.

¿Por qué era una ciudad de grato recuerdo y fascinación, y ahora provoca reacciones durísimas de sus visitantes como el “I will never come back to Barcelona” de una pasajera extranjera tirada en el asaltado aeropuerto del Prat el pasado día 14 de octubre? ¿Quiénes han sido responsables de tan grave deterioro no solo de la imagen interior y exterior sino también de la realidad social de los todos los barceloneses? Obviamente, la respuesta es múltiple: dos tormentas perfectas han confluido sobre Barcelona.

La primera tormenta es la alcaldesa Ada Colau, la emperatriz de los desahucios, pero que ahora no hay quien la desahucie del puesto. Con sus políticas municipales demagógicas en su primer mandato ha propiciado un importante aumento de la inseguridad ciudadana en las calles, en centros comerciales, en el metro, etc. de la Ciudad Condal, ha permitido el deterioro de muchos barrios periféricos, no ha favorecido a las empresas privadas que dan empleo, ha jugado siempre con la indefinición con el mundo independentista, etc. Las peleas en el Raval y los robos en el metro y Ramblas a los turistas, quedan impunes.

La segunda tormenta perfecta que ha impactado en Barcelona es el procès maldito hacia la proclamación de la Republica Catalana. Al ser la capital de Cataluña, el Gobierno y el Parlamento y otras instituciones catalanas están erradicados en ella, lo que conlleva que se concentren en la misma, más que en otras provincias catalanas, todas las manifestaciones, algaradas, pintadas, actos de vandalismo, con la policía equipada para la guerra, fuego en las calles, etc., Esta es la imagen que actualmente ofrece Barcelona a través de los medios de comunicación. Este tema ocupa la mayor parte de los telediarios y las portadas de los periódicos nacionales desde el día 14 de octubre; la imagen de Barcelona, peor imposible. La actitud del Gobierno en funciones es casi grotesca. Carmen Calvo dice que no pasa nada relevante en Cataluña y Grande-Marlaska que se puede visitar Barcelona sin problemas. Es increíble. ¿Qué estrategia están siguiendo Iván Redondo y Sánchez? El discurso casi vacío del presidente en pleno agravamiento de la situación es una buena muestra de ello. Estarán comprometidos o esperarán algo ahora que las elecciones generales están tan cerca.

En definitiva, la Ciudad Condal está perdiendo a marchas forzadas su encanto y atractivo no solo para los millones de turistas sino para las empresas foráneas que estudien instalarse en ella o su área metropolitana (ya se han marchado casi 5000) y los organizadores de macro-congresos que no verán con buenos ojos su desarrollo en Barcelona en los próximos años. Para los barceloneses residentes la vida es cada vez más difícil. Es fácil predecir que la ciudad se empobrezca integralmente desde ahora. Lamentablemente, no se vislumbra en el horizonte ninguna solución viable. Los responsables de este deterioro deberán pagar por ello.

* Profesor jubilado de la Universidad de Córdoba