Está desapareciendo el humanismo de modo notable en esta sociedad española; es decir, desaparece la preocupación por las decisiones morales que los políticos tienen que tomar aquí y ahora. La agitación que muchos políticos promueven no va a eliminar la corrupción y ayudará a agravar la tiranía cuando esa agitación tome el poder. Tal desprecio por el humanismo lleva consecuentemente al desprecio de la moral, como fundamento sobre el que construir el orden social y político. Todo va a quedar en manos de la arbitrariedad más racional.

Véase, sino, el comportamiento de los fugados y encarcelados que no quieren perder su condición de parlamentarios regionales y pretenden ceder su voto a un compañero de escaño independentista. Quieren crear un parlamento cerrado y completo solo para ellos, autosuficiente, autónomo y con una mesa que tenga el perfecto control de los principios activos y pasivos del independentismo. Esto está conduciendo a la violencia dentro y fuera del Parlamento porque abandonar la moralidad solamente lleva a un mundo en el que gobierna la fuerza.

En ese Parlamento catalán ha desaparecido la ley que protege el bien común en Cataluña e impera el mandato de la supremacía independentista, que transforma lo legal en injusto porque la Ley no acepta la excepcionalidad pretendida.

Hoy día el bien común es una representación de la voluntad de los independentistas, que viene determinada por su poder en la Generalidad y en la mesa del Parlamento. Ese poder es fin y medida de la supremacía que quieren imponer y ya lo hacen con violencia y coacción y con el anuncio de ultimátum y en las calles revolución.

Han camuflado su poder soberano en aquel falso referéndum que están llevando al enfrentamiento y Torra se transforma en fuente de movimientos revolucionarios. Aquella Declaración Unilateral de Independencia, encerrada en sí misma, no podía ser sino precaria, poco duradera (horas) e inestable.

La racionalidad de este independentismo es medieval, ni siquiera pre-moderna, al vender el independentismo como idea abstracta. El dogmatismo independentista intenta imponerse al pragmatismo político, vigente desde que Artur Mas tomó el poder .

Cataluña está inundada de miedo, escepticismo y desconfianza. Por eso desde el escepticismo y el miedo buscará la certeza del artículo 155. La guerra real e iniciada entre catalanes, consecuencia de esa supremacía independentista, solo se corrige con la soberanía absoluta, representada en el artículo 155, como salvación terrenal,sin que se transforme en Leviatán, ese ser superior y monstruoso. Tal como está Cataluña la activación del artículo 155 es la razón práctica hasta que se restaure la paz.

* Exdiputado constituyente