La peculiar manera de gobernar de Donald Trump a través de Twitter acaba siendo algo más grave que una anécdota más o menos jocosa. Ayer viernes entraron en vigor los nuevos aranceles que ha impuesto a los productos europeos, desde el aceite de oliva hasta los textiles. Unos nuevos gravámenes que van a tener un impacto directo en las exportaciones españolas. Una amenaza más para nuestra economía. Los productores europeos pagarán el pato de otra rabieta del excéntrico presidente norteamericano. Ahora, por las subvenciones de los estados europeos a Airbus que, según él, laminan a la empresa Boeing. En el fondo, Trump ganó las elecciones con un programa proteccionista que intenta utilizar la Administración para revertir la poca competitividad de las empresas norteamericanas en algunos sectores punteros, claves para las políticas de defensa. Trump representa a unos Estados Unidos miedosos, incapaces de resurgir a base de innovar y que se dedican a conservar sus posiciones de privilegio antes que a transformarse. Estos enfados de Trump sabemos que son cíclicos. Pasó en el caso de México y Canadá y ahora remite en el caso de China. Se trata de marcar el terreno, de asustar al competidor, de desbaratarle sus planes de expansión comercial. Trump pretende aparentar que su país no ha perdido la hegemonía, ni ante China, ni ante la Unión Europea. No entiende el mundo del siglo XXI, en el que el poder está más repartido, no solo el político sino también el económico y, muy especialmente, el tecnológico. Y eso obliga a competir. Es necesario fijar reglas para que esa competencia sea efectiva. Pero lo que no sirve para nada es volver al proteccionismo de otros siglos. Castigar a los productores europeos por las políticas de sus gobiernos no tiene sentido, solo alienta la desconfianza, y ha sido la base de muchos conflictos en el pasado que han acabado en enfrentamientos bélicos. El libre comercio ha sido, lo decía esta semana la directora del FMI, un factor de paz y de estabilidad. Un puñado de votos no valen la pena para tirar esos logros por la borda.

La imprudencia de Trump está incidiendo en la economía mundial y, en el caso de Córdoba, traerá importantes consecuencias al afectar a productos que son claves como el aceite de oliva o la aceituna de mesa. El ministro de Agricultura en funciones, Luis Planas, lo destacaba ayer en Córdoba. La subida de los aranceles tendrá un impacto anual de unos 20 millones de euros en la provincia. A esto hay que unir también la incidencia decisiva en el mercado del aceite de oliva y la arbitrariedad con la que actúa Trump al favorecer de manera indirecta a otros países competidores de España en el mercado agrario como son Italia y Portugal. Sin duda, la Unión Europea debe tomar medidas que palíen los graves daños que se producirán. Por lo pronto, en noviembre se prevé activar el almacenamiento privado de aceite por los bajos precios.