Desde que se celebraron las elecciones andaluzas, con las que se desalojó del poder autonómico al PSOE, estamos asistiendo a toda una sucesión de despropósitos que me dejan atónito y perplejo.

El primero de ellos, de carácter gestual, lo materializaron el señor Casado y sus adláteres la noche del evento electoral andaluz, cuando después de perder más de 300.000 votos y como consecuencia de una sorprendente e inusual carambola electoral veía como presidente de la Junta de Andalucía a su pupilo, el señor Moreno Bonilla. Nunca he presenciado tal orgasmo político con tamaña sangría de votos. Recuerdo escenas de éxtasis televisadas aquella noche en la sede electoral del PP de Sevilla ciertamente inenarrables.

Pero donde el reino de lo absurdo se ha hecho presente por doquier ha sido en las últimas semanas, propiciando una densa columna de humo que al PP le ha venido como anillo al dedo para tapar sus enormes vergüenzas y no tener que explicar, con la connivencia de Ciudadanos, las últimas noticias publicadas sobre el exceso de financiación en «b» del partido para sus campañas electorales, siendo partícipe el señor Casado de alguna de ellas.

En efecto, la primera excusa instrumentada ad hoc por los líderes de esos patrióticos partidos de derechas fue la crisis venezolana, arremetiendo contra el presidente Sánchez de una forma desaforada, patética e injustificada, y todo ello con la coletilla de «elecciones ya», como en la manifestación del pasado día 10. Según tan «ilustrados» líderes de la derechona española, el presidente Sánchez le tiene un apego desmedido al sillón de la Moncloa, ocultando, sin embargo, lo que es obvio: su enfermiza ansiedad por morder poder, ansiedad que se les refleja patéticamente en la cara y les ha instalado en la obscenidad del despropósito, divulgando un manifiesto repleto de múltiples y horrendas mentiras.

¿Cómo si no han de entenderse las descalificaciones e insultos, a veces calumniosos que, sobre todo, Casado, el sanpedro de la iglesia aznariana, ha proferido estos últimos días --a propósito de la excusa del relator-- contra el presidente Sánchez: felón, golpista, alta traición, etc. etc. etc? ¿Qué clase de aspirante a presidente del Gobierno de la nación es este individuo?.

Pero ha habido otros protagonistas en el reino del despropósito más sorprendentes aún. Me refiero a las inefables declaraciones de Felipe González, Alfonso Guerra y algunos barones territoriales del PSOE. El primero de ellos, a modo de «reina madre». Impartiendo beatíficamente bendiciones a los descarriados; el segundo, con un ataque total de amnesia, que dice no reconocer al PSOE actual. Afortunadamente, señor Guerra, prefiero este PSOE a aquél, al de su hermanísimo, PSOE que, cuando ganó las elecciones del 1983 con 202 diputados, se encontró con un país totalmente entregado al cambio, pero a un cambio a mejor, no al cambio del país del pelotazo del que tanto se jactaban ustedes. ¿Recuerdan al señor Solchaga, ministro de Economía, diciendo que España era un país maravilloso porque pegabas un pelotazo y te hacías rico? ¿Qué hicieron para mejorar el nivel cultural del pueblo español? ¡De aquellos polvos estos lodos! Lo cierto es que ambos dos no le perdonan a Pedro Sánchez que, mediante un ejercicio de democracia interna nítido y transparente, ganara la secretaría general del partido a su pupila, Susana Díaz.

A los barones territoriales da pena verlos y oírlos. ¡Qué visión política de Estado tienen! El diálogo con Cataluña a fin de intentar buscar una solución al gravísimo problema que el independentismo catalán --y el propio Rajoy-- ha generado ¡para qué! A ellos lo que les interesa es no salir descalabrados en las elecciones autonómicas de mayo, porque ahí se juegan su pastuqui, y la pastuqui es palabra mayor.

Está claro que se avecinan tiempos sombríos, en los que las derechas de este país van a campar a sus anchas, con las lamentables consecuencias que van a generar en una gran parte de la ciudadanía sus políticas económica y social. Entiendo que es hora de que la izquierda española se deje de juegos florales, de intrigas y de intereses partidistas, muchas veces, estrictamente personales - léase barones territoriales - y se movilice frente a la arremetida del tripartito, ofreciendo un proyecto realmente progresista y solidario, de auténtica izquierda, que nos ilusione a los españoles.

* Economista