Uno mira con nostalgia las noticias que dimos en Diario CÓRDOBA en los meses de enero y febrero de este maldito 2020. El avance de la ronda norte, la subida del paro, las rebajas, la oferta de Córdoba en Fitur, la disposición del aeropuerto de Córdoba a acoger vuelos nocturnos, la proliferación de las casas de apuestas, la Mezquita-Catedral superando dos millones de visitantes en 2019.

La perspectiva del tiempo hace destacar una noticia de enero: Córdoba triplicó los casos de gripe superando la media nacional. «El virus se expande con fuerte incidencia», escribía María José Raya por entonces. Ahora todos somos amigos de la epidemiología. En ese momento en el que el 2020 empezaba a desperezarse, en marzo, cuando en pocas horas se vendían la mitad de las entradas del concierto que iba a dar Julio Iglesias en septiembre en la plaza de toros, apareció el primer caso de coronavirus en Córdoba. Era el 10 de marzo. El resto de la historia ya la conocen.

Si hacemos propio el patético lenguaje bélico de nuestros gobernantes, la verdad también ha sido víctima en esta guerra. Cansados de que los datos de fallecidos por el covid-19 no coincidieran con las muertes de las que nos informaban nuestras fuentes, la dimensión de la pandemia nos obligó a confiar ciegamente en la administración. Confiar ciegamente es de lo peor que le puede pasar a un periodista, y en esas seguimos: nadie se sonroja cuando las cifras de fallecidos no casan con las que recoge el INE. Son «oscilaciones», nos dicen. No hubo test para saber de qué morían en las residencias, no hubo mascarillas y en algunos casos se cuestionó su uso porque causaban alarma. Las pandemias llegan sin avisar y nos pillan con lo puesto: con los políticos que teníamos, los gerentes y los periodistas, incluso con el presidente de la comunidad de vecinos de turno. La pandemia nos situó frente al espejo, a todos. Como sociedad, hicimos muchas cosas bien, es obvio que podría haber sido peor, pero está claro que no fuimos capaces de doblegar al virus, por mucho aplauso dado. El mundo es complejo, y ante la complejidad, no valen soluciones simples. Si el siglo XX fue el siglo del individualismo, el XXI nos pilló escasos de conciencia colectiva y la responsabilidad brilló por su ausencia en muchas ocasiones. En Córdoba, como en el resto del país, si la norma fue restrictiva bajaron contagios, y si fue complaciente o confusa (y bien que lo fue y sigue siendo) aumentaron.

A la vuelta de la esquina asoma la tercera ola, y andamos ya justos de energía. Confiamos en la única solución simple: la vacuna, que de simple tiene lo justo, aunque usted y yo sepamos ya más de ella en la barra del bar que quienes la hicieron. Solo queda esbozar el deseo de que mañana no nos lancemos a la cara los muertos, activemos en Córdoba algo para no ser solo Turismo, prepararnos para atender la crisis social que viene y ojalá fortalezcamos la sanidad, la ciencia y la educación. Ojalá.

* Jefe de Local