Los llaman la coalición de la triple B: bullet, bible, bull (bala, biblia, toro). A la cabeza, un señor de liderazgo indiscutible, mesiánico: “Me llaman grosero, homófobo, fascista, etc. Yo soy un héroe. Cada día estoy más presente en la opinión pública”.

Este tipo se llama Jair Bolsonaro, director ejecutivo de una sociedad anónima llamada Brasil. Pero también hubiera quedado natural si aquello lo hubiera dicho Santiago Abascal.

Que Bolsonaro se autoproclame héroe es muy significativo de su política y del cambio de paradigma que esta trae consigo. A un héroe no se le cuestiona porque para algo es un héroe: detenta su puesto por la vía de la fuerza mayor, la situación lo reclama. Un héroe viene a defender intereses primordiales, porque a un héroe solo se le necesita en condiciones extremas. No requiere consenso, el consenso es él, y solo hay que dejarle hacer. Nadie llama a Batman para debatir los presupuestos en el Congreso.

El riesgo ahora es que Abascal también acabe por convertirse en un héroe al que nadie ha llamado. Abascal y los suyos no son una respuesta inevitable al hartazgo popular, sino más bien oportunistas que hacen de cuestiones como el independentismo catalán su máquina tragaperras de votantes. La gente no está harta de Cataluña, la gente está harta de su jefe, de hacer dieta, de ver anuncios de cosas que no puede pagar. Lo demás es ir tapando agujeros.

Para consagrarse como tal, el héroe necesita presencia mediática, que se le vea en acción, y Pablo Motos (entre otros muchos) puso su granito de arena. El presentador de El Hormiguero se excusaba diciendo que, aunque le habían puesto a caer de un burro en internet por invitar al líder de Vox a su programa, él lo hacía por prurito democrático. Mentira. A Abascal se le invita porque los responsables del programa sabían que reventarían las cuotas de pantalla. Cuatro millones de personas vieron la entrevista. Solo las visitas de Isabel Pantoja y Bertín Osborne dieron al programa mejor resultado que la de Abascal. La santísima trinidad de la farándula.

Popper y su paradoja habrían dicho que Abascal solo tendría que dejar de ser invitado a los platós de televisión cuando su palmaria intolerancia aspirase a ser impuesta por la vía de la fuerza y no mediante la sutil y progresiva vía democrática. Faltaría más. Pero Popper no sabía de trending topics, ni de clickbaits, ni de algoritmos de Facebook. Popper no sabía que la mentira hoy llega más lejos, más rápido y mejor disfrazada que nunca.

* Periodista