En 2018 las emisiones de CO2 alcanzaron un nuevo récord de desprecio al mañana y a la Tierra que heredarán nuestros nietos al crecer un 2,7%. El poder y los ricos prosiguen su arraigada costumbre de mirar a corto plazo para mantener sus privilegios y lograr más dinero, y así, año tras año, el desolador ecocidio en marcha se sube a una noria sin fin que, alimentada por los gases de efecto invernadero, nos hace soportar uno de los años más cálidos desde que existen registros. Los científicos saben que el calentamiento global se acelera y es imparable y nos auguran un futuro incierto a la flora y fauna que habitamos el planeta. La implacable realidad -sequías, desertización, hambrunas, millones de desplazados climáticos, subida del mar- ha venido a quedarse gracias a la inacción política. Si hubiera voluntad, y el reto de la capa de ozono nos demostró que la colaboración internacional puede mitigar las consecuencias, aún se podrían moderar sus efectos.