Creo que somos muchos los españoles, y especialmente los andaluces, que sentimos admiración y cariño hacia aquella niña llamada Marisol que alegró los años sesenta con sus películas y su prodigiosa voz y aquella joven llamada Pepa Flores que fue una de las musas de la transición y que decidió borrar su rastro y vivir una vida privada alejada de los focos. El Goya de Honor que le han concedido es un acierto.