Al ocupar mi padre la plaza de conserje en el edificio de la calle Sevilla nº 1, domicilio del doctor Torralbo, me dio la oportunidad de conocerlo siendo yo muy joven; aun a mis 77 años me seguía llamando Manolín. Pasados los años nuestra amistad fue en aumento; por su especialidad como puericultor atendió a mis hijos a cualquier hora del día o de la noche. Ya como abuelo y no estando él en activo, atendió a mis nietos con todo el cariño del mundo. Por todo ello y por su amistad, solo puedo contar alabanzas hacia su persona. La vida le golpeó fuerte, pero él nunca perdió su afabilidad y buen talante; sus creencias religiosas le hicieron fuerte en tan duros momentos. «Dios da las batallas más duras a sus mejores guerreros». Gracias don Antonio por su cariño y amistad hacia mí y toda mi familia. Seguro que ya estará ocupando un lugar preferente junto a sus seres queridos.