Me pensaba callar para no parecer Pepito grillo, lo juro. Pero se ha hecho con tanto boato y tan poca discreción, que no puedo... Esto se nos va de las manos. Hemos entrado en una competición entre ciudades para ver cuál tiene más y mejores luces navideñas sin pensar en el despendole que ocasiona este gasto innecesario que acelera la emergencia climática. Unas calles muy iluminadas, además de producir CO2, nos estimulan sensorialmente a sumarnos a la fiesta de la compra compulsiva con mercancías que nos entran por los ojos. Y para alimentar este insaciable monstruo del negocio navideño -navidades lo llaman por no decir consumismo-, cada vez ponen más luces y cada año las encienden antes.

Van por el camino equivocado. Recuperen la cordura y no alienten el despilfarro que solo refuerza la urgencia climática ya difícil de parar. No nos pueden aleccionar sobre desarrollo sostenible si nos arrastran a un consumismo desaforado.