Toda acción de Gobierno buena, va en contra de dar y conceder siempre todo, sin partir de la situación dejada y presente. Pero sobre todo, supone extraer las experiencias con los efectos colaterales que por nuestras leyes y normativas han ocasionado. De manera especial nuestra Deuda Púbica, nuestra despoblación galopante y falta de natalidad (de relevos propios). Ofreciéndonos resultados tan críticos como “negativos” para la colectividad, a quien se sirve. Sin olvidar que gobernar implica o conlleva, adelantarse a los acontecimientos. Sin duda “muy cambiantes”, algunos previsibles y otros no tanto. Teniendo siempre presente que nos movemos en un mundo globalizado, de libre comercio más o menos asegurado, controlado. Pero cada día más exigente y competitivo. Que ya de por sí requiere extremada vigilancia con los dineros públicos. Los cuales se nutren de nuestros impuestos y se emplean en los gastos de y para todo: de administración, seguridad y un sinfín de acciones sociales, que compensen el desequilibrio de nuestro crecimiento y desarrollo cada vez mayor, por mal gestionado siguiendo criterios equivocados. Sean del Gobierno central como de las CCAA. Esto requiere una permanente vigilancia y un control constante asistido por una extremada selección de los funcionarios públicos, como de sus directivos. Personalmente diría, que el “buen uso y el control del dinero público” es tanto o quizás más importante, que “el de recaudación de todos los Impuestos” por las diversas vías. Sin olvidar la “recuperación por Interés Nacional” de los no pocos, fraudes, robos y malversaciones al Erario Público, delito que nunca deberia prescribir.

Democracia debe ser: participación, transparencia y mano dura para quien rompan las normas y emplee los dineros públicos sin Responsabilidad, Transparencia y Equidad. Esta frase, viene bien a cuanto expongo simplificando lo anterior... (Y he de decir que es mía)... “Los dineros públicos deben ser considerados como sagrados y los dineros sagrados, hacerse públicos”. La primera parte aun está pendiente; la segunda, ya nuestra Iglesia la está llevando a cumplimiento. Dejemos atrás, que España sea el país de Santa Rita... "lo que se da, nunca se quita”. Con estos principios asumidos y llevados a término penetramos en la “verdadera solidaridad”, tan cacareada.