La disminución y desaparición escalonada de recursos y servicios en cada vez más pueblos españoles está llevando al vaciado de la zona rural, donde la población escapa como el agua de un depósito perforado por una corrosión progresiva.

Sin embargo, parece ser que la concentración del personal en las ciudades tampoco resuelve los problemas cotidianos de una ciudadanía defraudada y desorientada ante la falta de oportunidades y el aumento de una precariedad social que arrincona a millones de familias y que, tal como pone de manifiesto la realidad, favorece el avance de la desertización del suelo político dedicado al cultivo de la moderación y el entendimiento.

Y un terreno que presenta escasa permeabilidad a la negociación, el acuerdo y el compromiso honesto, ¿es el apropiado para la siembra de la cohesión y la prosperidad general?