Algunos están reintentando reconstruir desde la base, el hogar, la feroz y aún reciente dictadura. Ya bajo la ley romana los padres tenían derecho de vida o muerte o de vender como esclavos a sus hijos, como a los demás “fámulos” de su familia. Pero hoy España tiene por ley que el niño no es propiedad de nadie, es una persona con derechos propios, que ha de ser cuidada contra todo tipo de explotación física o mental; respecto a esto último, “debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole”.

Nada extraño es, por desgracia, dadas sus profundas y poco disimuladas raíces totalitarias, que Vox pretenda que los padres de su cuerda puedan impedir que la escuela eduque para contrarrestar sus discriminaciones antidemocráticas, Más grave aún es que el actual dirigente del PP, tan afín al sector de su partido del que ha surgido y se está alimentando tanto Vox, le apoye afirmando que “Mis hijos son míos”. En aras de convertirse en un Casado, sería mejor para él, su familia y todos los españoles sensatos, que fuera a un psiquiatra que podría -con ayuda de un análisis de ADN, si fuera necesario- tranquilizarle del temor patriarcal a que sus hijos no fueran suyos.