Córdoba luce orgullosa una plaza llamada de Las Tres Culturas, y es, que en tiempos remotos, convivieron en ella la árabe, la judía y la cristiana en perfecta armonía, gracias a la sabiduría de un rey llamado Alfonso X el Sabio, porque vió que cada una podía sumar muchos valores al enriquecimiento de la vida de la ciudad. La Historia es la gran maestra de la vida, y ya sea por hechos gloriosos o desgraciados, deben estar presentes para enseñarnos cómo proceder en cada situación. Esto viene a cuento de la decisión del Ayuntamiento de cambiar los nombres de algunas calles. Me pregunto: ¿es necesario quitar a unos para poner a otros? ¿No hay cabida para todos en la vida de esta ciudad?

Todos esos nombres de personas que un día tomaron decisiones en la vida de la ciudad nos pueden enseñar errores y aciertos que nos sirvan para no caer en los mismos y potenciar otros. Todos los años se edifican barrios nuevos que llevarían con orgullo esos nombres que ahora se quieren suplantar por los antiguos con los que hemos crecido y que seguramente no se borrarán fácilmente de la memoria colectiva. Un ayuntamiento anterior tomó la decisión de poner a un barrio joven nombres a sus calles de mujeres que habían destacado en diversos ámbitos y que fue muy bien aceptada por los cordobeses.

Para una buena convivencia vecinal, a mi modo de ver, deberían existir nombres antiguos con otros no conocidos hasta ahora, así emularíamos a tiempos pasados conviviendo no tres culturas, sino dos corrientes políticas. Tengamos presente que los pueblos que olvidan su historia están llamados al fracaso.