Antiguas primaveras carmesíes, flores nuevas mecidas de brisa agarena. Susurros de cal se perciben en la garganta de los zaguanes. Claroscuros ojos, y soledad de Córdoba. Calleja, instantes deshojados por ancestros, contemplando la danza de la libélula en aguas con tonos de azahar. Sólo el alma inspirada anhela, el susurro de tu nombre impregnado de alhelíes, Córdoba. Incienso y bronce, Mezquita, grial de luz custodia la tierra del conocimiento espiritual, hojas manuscritas aguardan la quimérica visión del sueño del claustro, mecedora nodriza y adolescente Jacaranda